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Urgente Bertín Osborne y Taburete, entre los artistas de los Conciertos de Viveros 2024

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Lo nuevo por el mero hecho de serlo tiene una ventaja competitiva sobre lo de siempre. En una sociedad que funciona y se mueve a un ritmo vertiginoso, la renovación es un valor seguro, aporta un plus que resulta imbatible. Se puede observar a diario en los locales comerciales que abren sus puertas por primera vez y que inicialmente cosechan el favor del público, de unos ciudadanos ávidos de nuevas experiencias, de probar algo diferente, cansados de la rutina, aburridos a veces de su propia existencia. Lo cotidiano, lo de todos los días, no se lleva. La innovación, asociada a la figura del emprendedor, ya es casi una religión, un tótem intocable en el que hay que creer porque lo contrario suena antiguo y lo antiguo parece sospechoso.

En un ambiente políticamente viciado como el de España -con unos defectos no muy diferentes a los de otros países de nuestro entorno pero que aquí son vistos como el síntoma evidente e incuestionable de una degradación sin igual-, la inesperada irrupción de partidos que venían a romper el duopolio que hasta entonces mantenían el PP y el PSOE vino a representar la consecuencia lógica de esta tendencia social al cambio. Mientras Ciudadanos quedaba claro que era un partido sistémico, Podemos se salía del marco para jugar con otras reglas. Había llegado el tiempo de «la nueva política» y con ella, tras las elecciones municipales de 2015, la de «los nuevos ayuntamientos».

El paso del tiempo, los apenas cuatro años transcurridos desde los comicios europeos de 2014 (el momento de la aparición estelar en escena de Podemos), han envejecido de forma acelerada esta «nueva política» hasta el punto de que algunos días da la impresión de ser un anciano prematuro, cargado de los defectos y los vicios que los años van aportando a la vida. ¿Qué es sino la vieja y eterna disputa por el poder la pretensión de Bescansa de aliarse con Errejón para desbancar a un Iglesias que se ha rodeado de una guardia de corps de fieles esbirros y maneja el partido como un alumno aventajado de Stalin? ¿Es que acaso las diferencias ideológicas entre unos -socialdemócratas- y otros -comunistas- van a servir para justificar esta guerra sin cuartel por el puesto de mando que se desarrolla en el seno del partido morado y que conoce ya facciones, corrientes y familias como en cualquier otro partido de corte tradicional? ¿No es acaso Nerea Belmonte, la exconcejala de Guanyar Alacant -la marca blanca podemista-, un claro ejemplo de la política de siempre, la de toda la vida, la del «¿qué hay de lo mío?», la que antepone los intereses particulares a los generales, la que corrompe la vida pública, la que asquea a los ciudadanos, la que avergüenza a todas las personas honestas sean de derechas o de izquierdas?

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