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Todo lo primero de 2018 está por llegar. Y pensar eso es una buena manera de comenzar el año, de afrontarlo con optimismo, por aquello de buscarle algún sentido a tanto jaleo y tanta algarabía que se monta cada vez que dejamos atrás diciembre y comenzamos enero, como si todo lo anterior fuese a desaparecer y empezásemos de cero. Ojalá nos dejasen resetear, pero eso por el momento no está inventado. Todo llegará. Si alguien está trabajando en ello que se dé prisa, que hay ganas.

Está por venir tu primer libro de 2018. Y quién sabe si tras él tu primera decepción literaria del año o una sorpresa. Eso es una incógnita, quizás tu primera incógnita del año. La primera de muchas, eso se repite, no varía. Y han de venir tu primera película, tu primera serie, tu primera canción y tu primer viaje. De la elección de todos ellos dependerán muchos momentos, de felicidad o de tristeza. También los primeros del año.

Hay elecciones que están en nuestra mano, la lectura que iniciamos fruto de una recomendación, el visionado de algo a lo que accedemos a través de una crítica, el concierto al que vamos por una deuda pendiente... Unas selecciones serán baladíes (la ropa, la comida...) y otras más determinantes. Hay primeras veces (del año) que merecen más tiempo de reflexión que otras. Considérelas con calma. Por las consecuencias, por el significado, por la trascendencia. De otras nos repondremos más fácilmente, al menos en teoría.

Luego se sucederán algunas otras primeras/primeros que no habremos previsto ni elegido, pero que tendrán que ocurrir, porque sí, porque es algo que desgraciadamente pasa cada año. En eso da igual que sea el 16, 17 o 18. Estése preparado para ello. Las primeras desilusiones, los primeros sollozos, los primeros imprevistos, los primeros problemas. Tocará reponerse de la mejor manera.

De este 2018, que se presenta como un lienzo en blanco (aunque con muchos bocetos previos), saldrán proyectos, esperanzas, nuevas relaciones, oportunidades. Algunas estarán trabajadas, basadas en labores que hayamos acometido previamente. No se puede dejar todo a disposición de la suerte. Pero otras no. Y con esto llegamos a la parte más interesante. Perdón por los rodeos. Ahí va lo que yo de verdad le pido al año nuevo.

Sorpresas. De las buenas. Para esas sí estoy predispuesto y expectante. Cosas que no espero. Propuestas que yo no buscaba, que surgen y dan pie a terrenos que desconocía hasta ahora o había olvidado. Decisiones de última hora que desembocan en aventuras que no me había planteado. Situaciones imprevistas que permitan cambios. Visitas inesperadas que traigan nuevas motivaciones a la vida, que nunca están de más.

Sorpresas que hagan de este un año diferente que me permita recordarlo de veras, porque los años siempre se recuerdan por lo que escapa a la lógica, a lo planeado, a lo predispuesto. Eso es lo que marca la diferencia de verdad, lo que puede hacerlo o no distinto.

Así que aquí estoy esperando ya las primeras sorpresas de 2018. Que no tarden.

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