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Urgente El precio de la luz sigue a la baja este Viernes Santo: las horas que costará menos de 1 euro

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Gota a gota, como ese ritmo contagioso que invade la rutina, una fina lluvia va calando en el imaginario colectivo. Marca España, poder valenciano o la llamada hipoteca reputacional. En la práctica, la epidemia de los másteres, cuando menos sospechosos, sin distinción de colores pero con un mismo hedor a trato de favor, aviva sentencias como 'todos los políticos son iguales' o 'no me interesa la política'.

En un país aquejado de una titulitis terminal, con generaciones enteras abocadas a coleccionar diplomas ante un mercado laboral que les cerró las puertas antes de salir de las aulas y universidades con variopintas propuestas para capear recortes, el descrédito amenaza con agrietar un pilar básico de la sociedad. La educación universitaria, pública además, ese ascensor social llamado a brindar un futuro prometedor a cambio de no poco esfuerzo, corre el riesgo de sufrir una grave avería a causa de quienes eligieron el camino más fácil: el de incumplir las reglas del juego para añadir una línea más a su currículum. Sin preocuparse de la onda expansiva de descrédito que dejarían a su paso, ni de la peligrosa invitación a que cunda el ejemplo del tramposo.

Los despropósitos de Cristina Cifuentes, Pablo Casado o Carmen Montón se acumulan ante la indignación de quienes exprimen el calendario para compaginar trabajo y estudios o se afanan por aprender para convertirse en el candidato idóneo. Entre la rabia y la mofa o, peor aún, la indiferencia y un creciente desapego hacia los gobernantes públicos por parte de quienes, día a día, se esfuerzan por salir adelante sin privilegios. Como los casi cinco mil autónomos valencianos que tuvieron que cerrar sus negocios este verano. Sin trato de favor que valga. En cuestión de meses, los políticos se acordarán de ellos para pedirles el voto.

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