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Los catalanes son carroñeros, víboras, hienas. Bestias con forma humana que enjuagan odio. Un odio perturbado, nauseabundo, como una dentadura postiza con moho, contra todo lo que representa la lengua. Imaginen esta frase en boca de un presidente del Gobierno. O pronunciada por un político cualquiera. Todos del opresor estado español, por supuesto. El dirigente sería inmediatamente objeto de una unánime crítica política y peticiones de dimisión. En cualquier país europeo sólo esa frase sería objeto de cese inmediato. A parte de que las masas independentistas se echarían ipso facto a la calle, cortarían carreteras, impedirían a los transportistas ganarse el pan de sus hijos y agredirían a las Fuerzas de Seguridad. Al fin y al cabo, todo eso ya lo han hecho. En caso de un político español, pronunciar tal frase le serviría al instante para ser calificado de fascista, intransigente y negado hasta por sus propios compañeros de partido. El caso 'dos cremas' o 'póngame allá un máster' se quedaría casi en un chiste al lado de la crisis que desataría en cualquier partido español digno esta frase. Pero la afirmación es de 'Kim-Torra', como muchos han bautizado al 'electo' president de la Generalitat en comparación con el líder norcoreano(hoy, a su lado, un liberalista), tildando así a los españoles en lugar de la simulada frase de los catalanes. Y el coro de palmeros nacionalistas lo ensalza como republicano, revolucionario y resistente por la libertad. Torra habla libremente de razas catalana y española, como antaño hicieron ciertos alemanes en obras como 'La biología del crecimiento', comparando a arios y judíos. El verbo llega a ser más peligroso que la espada. Y los excesos verbales antecedieron los desastres factuales en infaustos escenarios como la Alemania nazi o el País Vasco. Pero el ser humano no aprende.

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