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Urgente Muere el mecenas Castellano Comenge

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A raíz de lo ocurrido en la Marina, la concejala de Juventud de Valencia ha mostrado su lógica preocupación. Tras una sesión del Consejo de la Juventud, ha hecho una apelación «a la responsabilidad para que no se produzcan más actitudes imprudentes durante la desescalada del confinamiento». Para remarcar su preocupación, Maite Ibáñez ha añadido que no quiere que se «estigmatice» a la gente joven como «irresponsable»; pero ha dejado en el aire la duda de que eso va a pasar si aquí o allá, en la Marina o en el secano, se siguen dando aglomeraciones -iba a poner aquelarres- en los que hay gente que se toma a guasa esas reglas de seguridad que con infinita paciencia estamos sobrellevando todos.

Pero al hilo de la juiciosa intervención de la concejala quisiera hacer una observación: las ganas de tomarse un gin-tonic a la fresca, rodeado de amigos en un hermoso atardecer junto al mar, no se mitigan con la edad. Quiero decir que lo de la Marina no es un problema de jóvenes a tratar en el Consejo de la Juventud, sino quizá un asunto de responsabilidad, actitud (no es ni virtud) que funciona por el sentido de las proporciones más que por los años.

A mí la edad me da igual. Las canas no quitan las ganas de disfrutar del ocio. Pero el caso es que lo que la concejala de la Juventud llama «ocio responsable», lo que anda siendo materia de sesudos estudios en el Consejo de la Juventud, parece redundante. Solo hay una clase de ocio, el educado y sensato, el responsable. Con epidemias o sin.

«Lo que ha pasado en La Marina no representa a la mayoría de la juventud valenciana, que está demostrando una gran responsabilidad y un comportamiento ejemplar», ha dicho la concejala, cuyo impecable currículo en el campo del arte y el ocio cultural acabo de leer. Pero en la web municipal veo también -siento hacer esto, señora- que nació en 1973. Es decir que ella, como casi todos los del vídeo tantas veces visto, son gente que ya no tiene que inquietarse por el acné. Andan ya creciditos y se supone que han de ser responsables, en el ocio y en el negocio.

Me preocupan mucho más dos tatuados de unos 18 años, vestidos nada más que con chanclas y bañador, que poco antes de escribir he visto pasar por mi calle, a seis kilómetros del mar. Esos, ni saben dónde está la Marina ni se han podido tomar jamás un gin-tonic.

Y ahora voy a estudiar la Guía de Playas Seguras de la Generalitat. Son sesenta y tres páginas, ocho más que mi manual de pilotaje de la lanzadera espacial 'Columbia'.

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