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De cuando en cuando, los grupos políticos de izquierdas (PSOE, Podemos) y nacionalistas de izquierdas (tipo Compromís) nos obsequian con propuestas, mociones en sesiones plenarias, iniciativas o incluso acciones en la vía pública en favor de pueblos sojuzgados o en contra de regímenes dictatoriales que atentan contra los más elementales derechos humanos. Palestina es su particular obsesión, aunque eso les lleve a situarse en contra de Israel y de la causa judía, que por si no tuvieron bastante con el Holocausto provocado por los nazis ahora tienen que pelear no sólo contra unos vecinos que sueñan con aniquilarlos (como Hitler) sino también con los peculiares aliados ocasionales de semejante despropósito. El universo progre -formado no sólo por los dirigentes políticos de estos partidos sino también por intelectuales y profesionales que se mueven en su órbita- se muestra tradicionalmente muy sensible ante los problemas que aquejan a determinados países, como Colombia, o muy vigilantes ante gobiernos que, pese a contar con el respaldo de las urnas (como el de Macri en Argentina), consideran poco menos que ilegítimos porque no responden a sus ideales, los únicos que en democracia pueden contar con los avales que ellos mismos conceden. Es así como a lo largo del año, el ciudadano medio puede asistir a la presentación de una propuesta de Podemos en Les Corts Valencianes en favor de la despenalización del aborto en El Salvador, a la aprobación de una moción en el Ayuntamiento de Valencia en apoyo a la campaña 'Espacio Libre de Apartheid Israelí' o a los continuos viajes de parlamentarios y hasta de concejales del tripartito -pagados todos ellos con fondos públicos- a Colombia para verificar el proceso de paz y garantizar el desarme de las FARC y su integración en la sociedad. Pero, por contra, hay otras partes del globo terraqueo que no gozan de la atención que socialistas, comunistas, excomunistas reconvertidos, nacionalistas e independentistas dispensan a determinados países, causas y pueblos. Nicaragua es uno de ellos. Y no será porque no sea noticia de actualidad, por las protestas continuas y la movilización social en contra de Daniel Ortega, aquel guerrillero sandinista que luchó y venció a la dictadura de Somoza para acabar haciendo exactamente lo mismo, instaurar un régimen corrupto y sanguinario, que reprime brutalmente a la oposición, que utiliza a las bandas paramilitares para sofocar a tiros la revuelta que inunda las calles y que, en el colmo de la indecencia, nombra a la esposa del presidenta su vicepresidenta, y así todo queda en casa (¿no les suena este método?). Y sin embargo, Nicaragua está fuera de la agenda progre. ¿Será porque aún ven a Ortega como a uno de los suyos y por eso tiene bula?

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