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MOVIMIENTO VECINAL

MOVIMIENTO VECINAL

La última bronca en el gobierno de Ribó tiene como invitada sin quererlo a la Federación de Vecinos y su influencia en la ciudad

PACO MORENO

Lunes, 14 de enero 2019, 09:08

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Igual lo he escrito ya, pero uno empieza a ser como el ajo. Tengo el honor de ser uno de los primeros premiados de la Federación de Vecinos en un acto creado por Carmen Vila hace ya demasiados años, socio de honor de la asociación La Boatella y el mismo tratamiento en la Fuensanta. Me gusta decirlo porque además son barrios obreros, difíciles en su trato diario con la delincuencia y la falta de cuidado de los políticos. Gente honrada que no pregunta nunca a quién votas.

Por eso no tengo ninguna duda para saber en qué lado de la línea colocarme para opinar sobre la última grieta abierta en el seno del gobierno de Joan Ribó, esta vez a cuenta del reglamento de participación de las juntas de distrito. Un asunto técnico, menor si no se está en el meollo, pero que tiene mucha trascendencia para las asociaciones de vecinos, que han generado estos días un animado debate en las redes sociales con los concejales de València en Comú que defienden la normativa tumbada por sus socios de Compromís y PSPV.

Seguramente la que lo ha dicho con más crudeza ha sido la candidata socialista a la alcaldía, Sandra Gómez, al decir que no comparte la estrategia de València en Comú de sustituir el movimiento vecinal por los círculos de Podemos. Sin anestesia.

Cornada de dos trayectorias como la que mató a Paquirri la asestada por la edil a sus todavía socios de gobierno, que de momento concentran todas sus críticas en lo mal que lo hace el alcalde, o sea, Compromís, en todo lo referente al puerto y la ZAL, además de otros asuntos ya olvidados como la ampliación de la V-21 desde Port Saplaya hasta Valencia, donde el Ministerio de Fomento es el único que tenía claro desde el principio y seguía con los trámites para empezar las obras del nuevo carril.

Algunos pensarán que el movimiento vecinal es demasiado susceptible y ve fantasmas cuando todavía no ha podido estudiar el borrador del reglamento, pero es que llueve sobre mojado y tienen antecedentes de saber a ciencia cierta la existencia de intereses para vaciar de influencia las asociaciones vecinales. Además, como decía la fallecida Rita Barberá continuamente, nada en política ocurre por casualidad.

De ahí que reitere que si hay que colocarse a un lado de la línea, yo siempre elijo a las entidades vecinales, sobre todo a las inconformistas, las independientes a rabiar. Pienso ahora en Julio Moltó, portavoz de una de las asociaciones de Nazaret, que acudirá hoy invitado a la apertura simbólica del parque de Desembocadura, la nueva frontera con el puerto y una de las bazas electorales de Ribó. Me lo dijo tan claro el viernes que no hace falta ni repasarlo para citarlos. Están contentos, sí, pero es insuficiente para lo que esperaban.

Qué decir del cercano Cabanyal, donde últimamente los vecinos se han apaciguado, pero que tienen muy presente las promesas de 2015 cuando faltan sólo cinco meses para depositar de nuevo el voto. «L@s vecin@s del Cabanyal estamos cansados de ser moneda política de los que estaban, de los que están y de los que quiere llegar. ¡Basta de promesas y cuentos!» tienen fijado en su cuenta en una red social. Sobran palabras pues para expresar lo que sienten después de ser considerados por el gobierno municipal en el principio del mandato el modelo de la recuperación de Valencia. Pues algo sí, pero ni mucho menos lo que se esperaba con una lluvia de millones sobre el papel.

Lo que están comprobando los vecinos de muchos barrios es el efecto de los carriles ciclistas en sus calles. Está bien que algunos se caigan ahora del caballo, aunque es algo que se sabía desde el principio como fue denunciado por este periódico. Sólo había que echar un vistazo a los planos para saber que la avenida Reino de Valencia o la avenida Burjassot no son viables sólo con un carril para el tráfico. Lo dijeron también los vecinos afectados.

Apunto algo más sobre este tipo de obras innecesarias a mi juicio, votadas a través de procesos digitales donde participaron como muchos un par de cientos de personas. Está ya acabado el carril ciclista en calles como Rodríguez de Cepeda y Ramiro de Maeztu, zonas donde muchas fincas carecen de aparcamientos y la única opción es dejar el coche en la calle. En estos lugares se ha pasado de estacionamiento en batería a cordón, con lo que supone de pérdida de plazas. ¿No habría sido más sencillo regularlas como ciclocalles con preferencia para los ciclistas?

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