Queda claro que en estos días previos a nuestro corto pero intenso ciclo taurino de fallas, el foco informativo lo han acaparado, de una parte, ... José Tomás, por su anunciada -y singular- reaparición en Jaén, y de otra, la vuelta de Alejandro Talavante, en San Isidro. Dos noticias, cada una con la dimensión y el peso que a estas alturas pueden dar estas dos figuras. El de Galapagar, por seguir haciendo gala de su indudable magnetismo, mientras que del extremeño se espera que, en momento tan delicado de la tauromaquia, prodigue la trascendencia que atesora su toreo.
Llegados a este punto, y para que el ruido no nos distraiga, hay que volver la mirada hacia la temporada pasada, que por el momento tan delicado que le tocó vivir a la fiesta, de no haber sido esencialmente por la figura de José Antonio 'Morante de la Puebla', probablemente a estas alturas ni JT, ni tampoco Talavante, se hubieran encontrado un ambiente tan favorable para lograr sus objetivos de hacerlo a plaza llena. Ese valor de poner los bueyes del interés general de la Tauromaquia por delante del carro de los intereses particulares, ese proceder preñado de generosidad, hay que decirlo sin remilgos, es de puerta grande.
Como lo es también el hecho de volver la mirada hacia palenques de pueblos donde, no se olvide, están las raíces que luego alimentan los carteles de las grandes ferias. Esa ha sido también conducta que agranda la figura de este singular espada que, en un claro afán de superación, además de abrir el abanico de sus preferencias ganaderas, hasta se ha atrevido a emular las gestas, desafíos y suertes, de quien se ha declarado ferviente admirador, nada menos que de quien fue proclamado el Rey de los Toreros, Joselito El Gallo.
Con todo ese bagaje en su esportón, Morante ha iniciado una temporada, que esta tarde, y si el tiempo no lo impide, pasa por Valencia. Estará acompañado de otros dos contrastados artistas: Juan Ortega y Pablo Aguado. Hermosa tauromaquia.
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