Mientras se celebraba el acto de la puesta de largo de la nueva empresa de la plaza de toros de Valencia, con carteles incluidos, en ... esos momentos, el torero de plata Luis Blazquez, estaba siendo intervenido por los galenos José Luis López Peris y Genaro Galán, por tercera vez en apenas quince días. La temporada no ha arrancado todavía pero los toreros, una vez concluidas las fiestas navideñas, se recluyen en el campo para someterse a la preparación que luego les va a exigir el toro en la plaza. Nuestro Jose Mari Manzanares, tiene por norma la bonita costumbre, heredada de su señor padre, de hacerlo acompañado de su cuadrilla.
Sabido es que el valenciano Luis Blazquez es, desde hace quince temporadas, fijo en las filas del espada alicantino. Y como nada en el toreo está exento de peligros, en esta ocasión la fatalidad se hizo presente y, cuando manejaban ganado, una vaca rezagada le sorprendía haciéndole una avería que a punto estuvo de convertirse en tragedia. Porque además de los daños sufridos, en la primera exploración, en un hospital de Don Benito, pueblo cercano a la finca donde se produjo la cogida, no llegaron a detectar el alcance del percance.
Ante el malestar del torero herido, dos días después, Manzanares hizo que lo trasladaran a Valencia para una nueva revisión. Ya lo saben, ocho costillas rotas, una clavícula y un pulmón a punto de necrosis. Afortunadamente, ya se encuentra en su casa, y según nos ha manifestado, «con el deseo de seguir en los ruedos hasta que el cuerpo aguante». Hay que resaltar que la hoja de servicios de este torero tiene una trayectoria envidiable. Debutó como banderillero coincidiendo con la eclosión de Vicente Barrera, para seguir con Pedrito de Portugal, y Litri, con quien estuvo hasta que se retiró. Siguió con Padilla, Finito y Morante, hasta que Manzanares lo llamó, de quien dice que es «a la par que exigente, como figura que es, generoso y muy humano».
Al final el milagro se ha hecho esperanza.
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