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El fútbol 8 es fútbol de mentiras». La frase se la escuché a Carlos Díaz, entrenador y director de escuela deportiva. Díaz está al mando de la base del Juventud Chiva y la reflexión en voz alta sirvió para suavizar las aspiraciones de aquellos padres de futuros Messi. Hace un par de sábados me di cuenta de que esas palabras estaban cargadas de razón. El partido enfrentaba al Juventud Chiva C contra el Utiel A. Grupo B-4 de alevines de segundo año. El matiz es que todos los jugadores del Chiva menos uno de los futbolistas son de primer año pero juegan en una categoría superior. La mayoría de los niños del Utiel eran más grandes que el jugador más grande del Chiva. El balón de saque fue para los utielanos. El entrenador del equipo llamó al central, un niño grandote en todos los sentidos, y le ordenó chutar directo a portería desde el círculo central. Ese mal entrenador quería marcar el primer gol sin haber dado ni un solo pase en el partido. El primer paso del partido ya era una estafa y una pobre enseñanza. El niño hizo lo que le pidieron, chutó y el balón se marchó por encima del larguero.

¿Qué enseñan algunos entrenadores a los niños que tienen a su cargo? ¿Para qué sirve el fútbol base? ¿En qué momento se perdió la educación deportiva? Aquel acto fue una mentira, la mayor de las mentiras. Las escuelas de fútbol por encima del resultado deben enseñar a jugar al fútbol. Es un deporte colectivo, de asociación, solidaridad y de respeto. Por todo eso es por lo que llevamos a nuestros hijos a hacer deporte. El gesto de ese entrenador fue de desprecio no consumado en gol. Fue un mal ejemplo para sus jugadores, a los que invitó a ganar sin sacrificio. Fue una mala tarjeta de visita para su escuela, que seguro que también lucha por los valores en el fútbol base. Fue un traspiés para su central grandote, que no entenderá por qué en fútbol 11 ya no marcará tantos goles.

La Federación de Fútbol de la Comunitat Valenciana debería de actuar de oficio para que el fútbol 8 tuviera más verdad. El primer paso es invalidar los goles que se marquen desde el saque de centro. El segundo, eliminar las tablas de goleadores y acabar así con las reclamaciones de los aspirantes a pichichi. El fútbol 8 se ha ido de las manos en muchos casos y sólo la Federación tiene las armas para obligar a los malos entrenadores a educar a sus jugadores. El Juventud Chiva perdió aquel partido 3-4, pero durante casi todo el partido se jugó al fútbol pese a los nuevos intentos de marcar desde el centro del campo. Retrasar el debate y no actuar no es más que perder el tiempo. La base es para educar para cuando llegue el fútbol de verdad.

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