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Urgente Cuatro muertos, dos en Tarragona y dos en Asturias, por el temporal

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De verdad que lo intento, que me lo propongo, voy a pensar como ellos, a ponerme en su piel, a calzar sus zapatos (pero pasándoles antes un trapito, ¿eh?), y no hay manera, no consigo llegar a entenderles, a saber qué pasa por su cabeza, cuáles son los resortes que activan sus procesos mentales, qué les motiva, les mueve, les hace actuar así. Trato de empatizar, de olvidarme de prejuicios y de arrinconar clichés pero fracaso una y otra vez, lo reconozco. La concejala de Compromís de Burjassot, por ejemplo, da igual su nombre, es lo de menos y tampoco es cuestión de hacerla famosa por su sectarismo. Va a almorzar a un bar de su pueblo, se sienta, pide algo en valenciano porque para ella no es sólo «la nostra llengua» sino su única lengua, la chica que la atiende no comprende lo que dice y acude a la barra para ver si un compañero puede echarle una mano, pero para entonces la edil ya se ha ido, enfadada con el mundo, tal vez hasta dando un portazo, y dispuesta a pasar factura al establecimiento por su imperdonable error de que no todos los camareros hablen en valenciano, ¡ahora van a saber éstos quién soy yo!, pregonándolo a través una red social para que todo el mundo se entere y sepa dónde está ese apestado, ese local español (¡puajjjj!) en el que según ella no sabían el significado de la palabra 'pa' (será 'entrepà'). Ni por un momento se paró a pensar que a lo mejor esa camarera era una inmigrante recién llegada de Zamora, ponte por caso, y que al ser de Zamora no sabe hablar en valenciano ni lo entiende. O de Argentina, ya ves, ¿por qué no?, con lo fácil que es luego salir en defensa de los inmigrantes y los refugiados, pero a la hora de la verdad la de dificultades que se les ponen, la primera de ellas con el idioma. No, ella no pensó ni por un minuto en el otro, en la camarera, porque parece incapaz de salir de su marco mental, de traspasar las estrechísimas fronteras de su territorio de afinidades y complicidades, un club exclusivo integrado únicamente por aquellos que asumen sin rechistar sus mismas ideas, el dominio absoluto de una lengua en una comunidad que históricamente, desde hace muchos años, ha sido bilingüe y ha vivido ese riqueza de poseer dos lenguas sin mayor problema, sin enfrentamientos, sin exclusiones, con naturalidad.

Intento ponerme en la piel de los nacionalistas pero no lo consigo. No, porque sus actitudes me recuerdan demasiado épocas pasadas, episodios que hemos leído en libros, escenas que hemos visto en películas, el señalamiento del diferente, del raro, el judío al que se obligaba a llevar un brazalete con la estrella de David para marcarlo públicamente, como a un toro, ése no es de los nuestros, ése no habla valenciano, será un españolista... Y me pregunto qué haría esta concejal y todos los que piensan como ella si un día se viera en un aprieto de salud y la atendiera pongamos por caso un médico cubano que tampoco entendiera el valenciano, ¿también se iría de las Urgencias del hospital para colgar rápidamente un tuit incriminatorio o acabaría hablándole en castellano?

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