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Pablo Iglesias está hoy en Valencia para participar en un acto que lleva por título 'Memoria para construir el futuro' y en el que conversará con Enriqueta Horcajuelo, una mujer de 78 años, vecina de Burjassot, que ha pedido al Ayuntamiento de Talavera de la Reina que le permita la exhumación de los restos mortales de su padre, que se encuentran en una fosa común del cementerio. Fue fusilado en 1942, durante la dictadura. En la mal llamada memoria histórica conviene distinguir la justa, humana y comprensible reivindicación de los familiares de víctimas de la represión franquista, que tienen todo el derecho a enterrar dignamente a sus padres o abuelos, de la absurda y suicida política revanchista que trata de borrar cuarenta años de historia de España, como si tal cosa fuera posible, y que no se para a hacer distinciones y arrasa con todo. Su última hazaña, ya comentada, quitar el nombre de Villar Palasí a seis colegios, a pesar de que el conocido como padre de la EGB, ministro valenciano durante la etapa final del régimen de Franco, es considerado un gran innovador en materia educativa, un político cuyas reformas fueron elogiadas en posteriores leyes de enseñanza aprobadas durante las etapas de gobiernos socialistas. Seguramente la lucha de Enriqueta Horcajuelo merezca el que tribunales y ayuntamiento accedan a su petición, que de momento se ve obstaculizada por todo tipo de impedimentos legales. Pero lo curioso de la convocatoria del acto de Iglesias es que el cartel anunciador se ilustra con tres imágenes de grupos de personas manifestándose, una parece de los años 30, otra de los primeros tiempos de la democracia, década de los setenta, y la tercera actual, y en las tres figuran hombres y mujeres jóvenes con el puño en alto, el saludo histórico de comunistas y socialistas. 'Memoria para construir el futuro'... Si la memoria es procurar rescatar la dignidad de las personas, ayudando a que una familia entierre dignamente a sus muertos, bienvenida sea. Pero si la memoria que sirve para construir el futuro, según Iglesias, es la de los crispados puños en alto, las imágenes en blanco y negro felizmente superadas de la España de los años treinta que ya sabemos cómo acabó, más valdría entonces que se olvidara de una vez por todas de bucear en un pasado trágico, cruel, tenebroso. Empeñado en derribar como sea el «régimen del 78» Iglesias ya no duda en viajar en el tiempo cuantas veces haga falta hasta la idealizada II república, ni en abrazar simbología comunista, presentándose en definitiva como lo que siempre quiso ser y no le dejaron, el líder de Izquierda Unida, el digno heredero de un Julio Anguita que ya intentó, sin éxito, el 'sorpasso' al PSOE. Un sueño cada vez más lejano para un Podemos radicalizado.

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