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Urgente Bertín Osborne y Taburete, entre los artistas de los Conciertos de Viveros 2024

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Hemos instalado un sistema que persigue y castiga la excelencia para, en cambio, asumir, asimilar e incluso premiar la mediocridad, véase a buena parte de nuestra clase política. De ahí que, para celebrar los cincuenta años de nuestro Rey, se haya optado por transmitir una imagen de normalidad aplastante que filtra el mensaje de una familia como tantas otras. Cenan juntos una especie de saludable potage, los padres llevan al cole a las niñas mientras repasan la lección, en fin. Se suele afirmar que los cincuenta tacos de ahora son los cuarenta de antes. No lo tengo tan claro... Cierto es que antaño gastar esa edad suponía agarrarse a este mundo mientras se dirigían hacia la última curva del camino. González Ruano tiene unas memorias precisamente tituladas 'Mi medio siglo se confiesa a medias', lo cual nos indica que no sólo mentía gracias a esa confesión acotada, sino que a los cincuenta palos un hombre acumulaba suficiente bagaje como para escribir unas memorias. Que Felipe VI atesora experiencia no me cabe la menor duda, tuvo magníficos tutores, sufrió insomnio infantil durante el 23 F y se doctoró luciendo músculo cuando hace poco proyectó el discurso sobre la unidad de España provocando las iras separatistas y la masiva exposición de banderas españolas colgando de los balcones. Apareció justo en el momento oportuno frente a la inacción perdedora de un gobierno algo anquilosado y siempre al rebufo de la causa independentista. Apuntan los monárquicos más estirados que la corona debe lucir una categoría teñida de divinidad y cierta lejanía porque el pueblo sólo admira seducido por los misterios palaciegos de lujos dorados. Se equivocan. El pueblo prefiere la normalidad, falsa o verdadera, porque así empatiza y cree que la monarquía es un 'Cuéntame' con más educación y menos palabrotas.

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