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Una manifestación estéril

La guerra por mi cuenta ·

La movilización del pasado sábado por una financiación justa no pasará a la historia como un punto y aparte en la política valenciana

CARLOS FLORES JUBERÍAS

Miércoles, 22 de noviembre 2017, 10:29

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Nos la vendieron por tierra, mar y aire como un punto y aparte en la política valenciana, como la movilización ciudadana más importante de las últimas décadas y como el puñetazo definitivo sobre una mesa donde tantas negociaciones habían acabado en nada. Pero visto lo visto, mucho me temo que la manifestación del pasado sábado por una financiación justa para la Comunidad Valenciana no fue ninguna de esas cosas.

Para empezar, fue una manifestación rara. Rara porque, pese a la relativa unanimidad con la que se convocó -y digo relativa porque de la cita se desentendió el partido al que votan uno de cada tres valencianos-, distó mucho de ser la concentración multitudinaria que muchos habían anticipado. De hecho, me quedé con la sensación de que los convocantes habían sido más numerosos que los manifestantes, lo que a su vez me obliga a pensar que o bien algunas de esas entidades tienen la misma capacidad de convocatoria que yo cuando hago pescado hervido para cenar, o bien muchas de ellas son en realidad el mismo perro con distintas siglas. Y rara, porque soy de los que siguen pensando que el de manifestación es un derecho individual, cuya razón de ser radica en que los ciudadanos podamos hacer constar nuestras reivindicaciones ante las instituciones que las deben procurar, y no para que unas instituciones nos utilicen como baza negociadora ante otras. Llámenme susceptible, pero ver a las tres máximas autoridades de la Comunidad Valenciana aireando sus reivindicaciones a grito pelado en una fría tarde de noviembre me hace preguntarme si sus esfuerzos no serían más fructíferos en otro momento, en otro contexto, con otros modos, y ante otros interlocutores.

Pero, sobre todo, fue una manifestación estéril. Estéril, porque no aportó nada al debate sobre la financiación autonómica que no supiéramos ya desde hace años. Que la Comunidad Valenciana está infrafinanciada, que eso a los valencianos nos irrita, y que no vemos la hora de acabar con esta situación, son cosas que nadie en el Ministerio de Hacienda ignora, pero que nadie sabe de momento cómo -en base a qué criterio, con qué fondos, y a qué coste político- resolver; sin que una reivindicación tan evanescente como la de «una financiación justa» aporte la más mínima luz para ello. Y estéril, sobre todo, por la sencilla razón de que la inmensa mayoría de las manifestaciones lo son. Pese a lo entretenidas que pueden llegar a ser -tomas el fresco, estiras las piernas, charlas con los amigos, y quemas mala leche- las manifestaciones públicas son un medio de acción política escasamente eficaz. Y lo son todavía menos cuando su asistencia es mediocre, cuando se verifican en un momento de sobreabundancia de este tipo de concentraciones, cuando lo son el pos de una reivindicación tan técnicamente compleja, tan económicamente costosa, y tan políticamente discutible como ésta, y cuando ni siquiera terminan en la Cibeles o la Puerta del Sol.

Lamentándolo mucho, es lo que hay. Y si no, al tiempo.

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