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El domingo pasado se celebró en Valencia el Día de la Pilota. Una jornada festiva, reivindicativa, desangelada y anestesiada. Las elecciones del 2015 traían un pan debajo del brazo, o eso al menos es lo que pensaron muchos de los aficionados y profesionales que a duras penas mantienen viva la llama del deporte autóctono. La plaza del Ayuntamiento, escenario de primer nivel para mostrar a convecinos y turistas el juego de la pilota, transitó vacía de interés y público. Tan sólo los miembros de las escuelas, los premiados, familiares y amigos madrugaron para seguir con cierto desinterés la jornada. Una cadena de partidas y eventos de poca intensidad y nada respaldada a nivel institucional. El Consell del Botànic ha hecho poco o nada por la pilota. Y el Ayuntamiento de Valencia sigue inmóvil para que la ciudad se convierta en el epicentro del deporte de todos los valencianos. El trinquet de Pelayo, santo y seña de la pilota, ha esquivado la ruina gracias a la aportación del mecenas José Luis López, que metió la mano en su bolsillo para poner encima de la mesa la supervivencia de la Catedral. Hoy, si no hubiera sido por el empresario valenciano, Pelayo sería ya casi un recuerdo ruinoso y en peligro de extinción.

La Ciudad de la Pilota, claro ejemplo de los delirios de grandeza del PP, es hoy una postal fúnebre en la que se han enterrado decenas de millones de euros sin que nadie responda de tal irresponsabilidad. Y la Federació de Pilota Valenciana ni está ni se le espera mientras pueda mantener el chiringuito para contentar a amigos y conocidos. Con el acto del domingo ya tienen la excusa perfecta para justificar la subvención anual de la que hay que rendir pocas cuentas. La Federació a veces no entiende que hay que ir más allá de lo residual. Si el deporte no tiene una proyección importante a primer nivel, el resto será languidecer en los tiempos de Messi y Gasol. A la pilota valenciana entre todos la mataron y ella sola se murió. Partidas repetitivas, horarios alejados de la cordura, envejecimiento del público asistente a las partidas y una escasez alarmante de patrocinios privados que suplan la dependencia absoluta del dinero público. La ausencia vivida el pasado domingo en la plaza del Ayuntamiento es la ventana del estado comatoso que vive la pilota valenciana. Los medios de comunicación pueden aportar, pero todo será en vano si desde las instituciones políticas y federativas nadie se mueve por si deja de salir en la foto, que parece que al final es lo único que importa. Ante tanto inmovilismo y falta de iniciativa, todos corren el riesgo de pasar a ser invisibles. Ahora dicen que el futuro está en la Fundación que se va a crear. Que nadie se equivoque, el futuro está en volver a llenar el trinquet. Lo demás será perder el tiempo.

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