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Urgente Muere el mecenas Castellano Comenge

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Dejar aparte los personalismos. La frase atribuible al alcalde Ribó a cuenta de sus desencuentros con los socialistas retrata lo que se vive en todas las instituciones desde las elecciones. Los ciudadanos asistimos con cansancio al mercadeo. Lo de compartir línea programática y el cómo hacerlo es para echarse a reír, por no llorar. Los defensores del noble oficio de la política, que lo es, asistimos estupefactos al espectáculo. Hemos inventado una nueva era: la de la política-póker, donde gana el que mejor maneja el ir de farol.

Qué poco edificante resulta el ejemplo que nos dan sus señorías, regateando, amenazando y peleando por llevarse el muslo de pollo y el bracito de conejo de la paella. Aquello de que gane la lista más votada ha pasado a mejor vida. Y cuidado, los votantes ya saben que su voto puede terminar en manos del enemigo. Y una de dos, o no vamos a votar para evitarnos frustraciones, o que se reforme la Ley electoral y si hace falta la misma Constitución para evitar la prostitución del voto.

Y es que la realidad dice que quien vota al PSPV no vota a Compromís, quien vota al PP no vota a Ciudadanos ni a Vox y quién vota al PSOE no vota a ERC ni a los filoetarras. Un planteamiento que más incumplen los partidos satélites de moda. Es el caso de Vox, Ciudadanos o Podemos. Ellos saben que tarde o temprano se volatizarán porque en política los ciclos tienen un papel fundamental. En cuatro años volveremos a votar derecha o izquierda con el PP y el PSOE como patrones del navío. Iglesias lo tiene clarísimo.

La fragmentación del voto tiene los días contados y todos lo saben, aunque lo disimulen. Otra cosa es el fenómeno Compromís, que han venido para quedarse conscientes que pueden pescar en una masa social y empresarial con dinero, que ha sido incapaz de organizarse y que sigue huérfana de una marca regional poderosa. Aunque declaraciones de dirigentes como Nomdedéu, Marzà, Ribó, Grezzi o Fuset entre otros, les dejan con la verdad al aire, y en Valencia la clase empresarial no está por el catalanismo. Son de derechas, salvo un único verso suelto.

En cuatro años vamos a volver al bipartidismo. Tendremos dos bandos donde los satélites se integran o desaparecen. Los pequeños ya no van a marcar el paso. Hay cambio de ciclo. Tanto Casado, como Sánchez han asumido la desafección social y están tan mudos que parecen desaparecidos. Prefieren dejar que se quemen sus segundos. A nivel regional, Puig y Oltra están de perfil no sea cosa que alguien les ponga en el brete de tener que justificar a qué vienen dos consellerias más, sesenta directores generales y 29 secretarios autonómicos. Dicen ser el gobierno de las personas ¿de sus personas?

Pero cuidado, entre tanto farol y circo uno corre el riesgo de hacerse un Carmena. La exalcaldesa de Madrid avisa con su propio caso: «Aquí ya no soy nadie».

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