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NO LE LLAMES DERBI

JOSÉ MARTÍ

Martes, 19 de septiembre 2017, 09:54

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Toca pasar página tras el intenso duelo de la ciudad para centrarse en los dos próximos partidos en apenas cinco días. La Real y el Betis de Camarasa y Feddal concentran los objetivos granotas más inmediatos. Está en juego mirar arriba o abajo en una tabla que ya se empieza a clarificar. Si el equipo permanece imbatido o bien estrena el amargo sabor de la derrota. «No hay tiempo para el pasado cuando el futuro tiene mejores oportunidades», dice el dicho, pero resulta difícil pasar página sin más después de las emociones vividas en el partido de rivalidad, que -por cierto- ahora parece que no debe llamarse 'derbi' porque, según los eruditos, uno de los dos no le llega a la suela de los zapatos al otro. «No se pueden equiparar ni de lejos», sentencian pretenciosos. Lo que quieran. Lo cierto es que el sábado fue la primera ocasión que, jugando en Orriols el equipo vecino del que escribe Miquel Nadal, su gol se celebra casi exclusivamente en la zona reservada para la afición visitante. En las últimas ocasiones toda la grada estaba trufada de seguidores ajenos. Cuando marcaba el rival (pocas veces, seamos sinceros) decenas de personas lo celebraban en cualquier zona del estadio. Te hacían sentir pequeño, inferior en tu propia casa. Lo mismo sucedía con las visitas de Madrid o Barça. Cientos de simpatizantes, salpicados aquí y allá, saltaban con sus goles. Ya no. Ahora la grada del Ciutat se agita al unísono y ondea las banderas del tifo sin que haya huecos. Vibra con sangre granota. Lo que parecía imposible hace pocos años, hoy es una realidad de 21.000 socios. El paraíso no está en la Tierra, sostenía Jules Renard, pero hay fragmentos. Y el sábado lo vivimos al saltar al césped los dos equipos. Algunos recordaban el estadio semivacío hace apenas dos décadas, cegador cemento, y se emocionaron con el estruendoso recibimiento. Es evidente que el Levante sigue siendo el hermano pobre, el que padece la insignificancia exterior mediática, el desprecio de aquellos monopolistas del balompié valenciano que lo llegan a considerar indigno solo por contar con menos masa social. Sufre a quienes pretenden imponer siempre la vida en blanco y negro, aunque sea con un rodillo. Pese a todo el conjunto granota avanza poco a poco en su camino alternativo, diferente, esquivando las apisonadoras e invadiendo competencias hasta ahora vedadas. Lo ocurrido el sábado fue algo grande para el fútbol de esta ciudad, aunque haya a quien le moleste. Larga vida a ese 'partido de rivalidad', jugado con deportividad, que pronto, antes de lo que muchos creen, podrá ser calificado como de 'derbi' incluso por los columnistas más escépticos. Pero ahora toca pasar página porque, como canta Bob Dylan, «ayer es solo un recuerdo; mañana nunca es lo que supone que es». O no.

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