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UN LEGADO DE PORCELANA

ÁLVARO MOHORTE

Domingo, 17 de diciembre 2017, 08:12

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Hay buenos negocios, grandes negocios y negocios geniales. Sin embargo, la compañía fundada por los hermanos Lladró en 1953 es uno de los extraños casos en los que confluyen las tres categorías. Con el fallecimiento ayer del mayor de los tres, Juan Lladró, se repiten las muestras de admiración por este equipo de tres empresarios proverbiales (y no siempre bien avenido) que llevó a la modesta porcelana cocida a los anaqueles de las viviendas de la clase alta mundial.

Muchas veces vemos películas americanas con 'vidas ejemplares' de grandes próceres económicos surgidos de la nada. Niños que miran desde la cubierta del barco la Estatua de la Libertad entre la niebla matutina de Nueva York y terminan amasando una inmensa fortuna, sin quedar libres de las hipotecas vitales que trae arriesgar o, simplemente, hacer cosas que hasta ese momento pocos o nadie había hecho así.

La historia de los Lladró es un relato de éxito tan espectacular que preferimos no analizar más allá de la descripción de cada uno de los pasos. Parece el resultado de la predestinación, cuando nada estaba escrito al encender por primera vez el horno moruno que habían montado en el patio de su casa de Almàssera y comenzaron a meter los platos pintados que más tarde llevarían a vender.

Sólo 30 años separan ese momento épico de la mágica jornada en la que centenares de personas hacían cola en dirección a la plaza central de Disneyland (California) para que los tres hermanos firmaran la base de las piezas que les llevaban desde distintos puntos del planeta a esa capital de la fábrica de sueños que se había cerrado exclusivamente para que ellos, al contrario que los tres magos de Oriente, recibieran los parabienes de sus admiradores.

Incluso su legendaria mala relación agranda aún más el fenómeno ya que no impidió ese espectacular resultado. Un veterano y, por qué no decirlo, sabio empresario valenciano lamentaba esta situación: «Con lo que habéis hecho juntos es para que estuvierais besándoos todos los días».

Más allá de la fortuna que han amasado (a pesar de que al final la empresa diera síntomas de flaqueza), el legado que los tres hermanos han dejado demuestra que el sueño americano se puede tener sobre una almohada de una humilde casa de un país en plena postguerra y alcanzarse sin dejar ese suelo.

Mucho ha cambiado este país desde entonces, pero el fenómeno de los Lladró es tan excéntrico, tan fuera de los cánones de lo que un asesor empresarial consideraría adecuado ante el proyecto de un alumno de escuela de negocio, que puede servir de inspiración y hasta de imagen a la que encomendarse. Demuestra que las historias más increíbles pueden ser posibles.

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