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El viernes pasado pegué la última de las pegatinas del libro 'Valencia CF 1919-2019. Un siglo de pasión', la obra editada por LAS PROVINCIAS para conmemorar el centenario del club de Mestalla. Con una imagen de Roberto Gil y Roberto de la temporada 1983/84 completé una obra de la que reconozco que me siento orgulloso. He completado dos colecciones, una para cada uno de mis hijos. Y por supuesto se las he dedicado. Mi padre, que ya no está, me regaló cuando tenía yo ocho años un libro del Mundial 82 de la editorial Salvat. Un tomo con poco texto y muchas fotografías. Lo he repasado un millón de veces. Una y otra vez y en mil sitios distintos. De hecho, cuando me acerco a la estantería y no acabo de decidirme, siempre termino entre mis manos con ese ejemplar. Para mí es algo más que un libro, es un vínculo, un cordón familiar que me lleva a otra época. Hace unos días lo volví a hojear, manoseado, leído, marcado por el tiempo en los protectores de las cubiertas. Cada día descubro un detalle nuevo.

El alemán Schumacher y el francés Ettori vestían igual en la semifinal del Mundial de España. De rojo y mangas negras, de Adidas. En aquel partido en el que el germano estuvo a punto de mandar a una nueva vida al galo Battiston. Siempre pensé que llevaban el mismo uniforme pero hallé que los ribetes de las mangas de la camiseta del portero francés eran distintos, con los colores de la bandera gala. Mis hijos son del Valencia. El chico seguidor fiel y coleccionista de camisetas. La niña envuelve su valencianismo donde empieza y termina Zaza (con tilde en la última a, como lo pronuncia ella). La visita al Coliseo Alfonso Pérez de Getafe le marcó. Las militancias, como los toreros, se forjan en el valle del terror. Hoy todavía me pide que reprenda a Marcelino por no contar con el italiano para el proyecto. Quizá ella ha heredado los gustos raros de su padre a la hora de elegir un ídolo alejado de los convencionalismos.

Aspiro a que ese libro sea para mis hijos lo mismo que significa para mí el que me dejó mi padre. Un relato que va más allá de un puñado de letras y fotografías. Un recuerdo de la rutina de pegar cada día una lámina de pegatinas, una forma de recuperar la memoria dentro de muchísimos años, cuando mis hijos traten de dejar algo a los suyos para contar con elementos que sean testigos de una historia pasada. 'Un siglo de pasión' me ha acercado a mi Valencia desconocido, ha rescatado mis primeros días en Mestalla, la adolescencia en general de pie y el sabor del éxito. Este verano, instruido por Paco Lloret y apoyado en Beatriz de Zúñiga, hice un máster express. El mejor legado para mis hijos.

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