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Leche de soja

Conforme sube la moda de consumir un producto importado desaparecen las vacas y los prados gallegos, donde crece la masa vegetal que será pasto del fuego

Vicente Lladró

Valencia

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Sábado, 21 de octubre 2017, 12:39

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Llamamos a un amigo gallego, interesándonos por si ha tenido las llamas cerca. Nos dice que no, afortunadamente, pero que han sido días terribles, que la gente estaba muy asustada, con tantos focos y frentes, tanto humo, y tan encima de cascos urbanos, donde llegaron a quemarse solares y jardines. «Por momentos parecía el fin del mundo», confiesa. Y ¿qué hay detrás de todo esto? -le inquirimos-, ¿qué pasa por su tierra, de nuevo sumida en la tragedia de tantos incendios?, ¿dónde está la imagen típica de la Galicia húmeda y verde? «La leche de soja» -nos suelta-, «buena parte de culpa la tiene la leche de soja».

Se nos quedan los ojos a cuadros, naturalmente. Pero ¿qué dices, cómo que la leche de soja?

Nos lo explica. «Exagero un poco para captar la atención, lógicamente, pero no va la cosa del todo desencaminada. Ahora está muy de moda beber leche de soja, cada vez hay más gente que la prefiere, sobre todo los jóvenes, y proliferan campañas que tratan de convencernos de que es más saludable que la de vaca, y muchos lo aceptan, tragan y se cambian; como nos cuentan además, casi todos los días, que las vacas se tiran pedos enormes que son de metano puro, y que ese gas es malísimo, uno de los causantes del efecto invernadero, del calentamiento global que provoca estas cosas de que llueva menos y haya más incendios; o eso nos parece por ahora».

No obstante parece que hay muchos pirómanos que andan sueltos -le apuntamos-, y hablan de gente organizada para ir extendiendo el desastre, y de quemas rurales indebidas e incontraladas...

No nos dejó seguir: «Sí, sí por supuesto, y los globos de helio con bengalas que señalan como posibles artefactos incendiarios, y el viento endiablado que extiende las llamas y las pavesas hasta lo inimaginable; también locos e irresponsables, todo aquel que enciende fuego cuando no debe y donde hay un riesgo enorme, el que tira una colilla encendida, quien maneja una máquina que puede echar chispas, los que no han limpiado a tiempo lo que debían... Y por supuesto el eucaliptus, ¿verdad?, nos cuentan que la culpa la tiene el monocultivo del eucaliptus, cuando deberían repoblarse los montes con otras especies. Así que tenemos a unos que miran al viento fuerte y seco, a las temperaturas altas, a la sequía... O sea, a lo irremediable. Mientras que otros criminalizan al eucaliptus, el pobre».

¿Y tú que piensas?, le reclamamos. «Pues que entre todos la mataron y ella sola se murió. Seguramente coincidió la tormenta perfecta: mucho material inflamable acumulado, no sólo bosques de eucaliptus, sequedad terrible, calor, vientos fuertes, despoblación rural, ausencia de gente que sepa manejarse, abundancia de insensatos, igualmente de criminales... Y no olvidéis la leche de soja. Cada 25 o 30 litros de leche de soja que se bebe equivale a una vaca menos; sin vacas no quedan prados que puedan detener un fuego, cunden alternativas para rentabilizar los terrenos y se plantan eucaliptus para fabricar papel. Quizás con los prados sería mejor, pero las vacas tiran metano y cada vez hay más gente que bebe leche de soja, que no es de kilómetro 0, precisamente; España no produce soja, se importa de América».

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