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El juicio final

Arsénico por diversión ·

El problema no es quiénes son buenos o malos sino el modo de funcionar de nuestra sociedad

María José Pou

Valencia

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Miércoles, 18 de julio 2018, 09:58

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A los malos, el infierno y a los buenos... lo que pueda ser. Ése es el programa de Pedro Sánchez. Al menos, el que ayer prometió en el Congreso, porque a la vista de lo prometido antes de llegar al gobierno respecto a la amnistía fiscal, lo de ayer bien puede ser un episodio más de «tu amiga, la hemeroteca».

Para Sánchez, la prioridad es señalar a los malos. Luego vendrá la forma de castigarles a través del impuesto de sociedades, de desincentivos para los propietarios de viviendas vacías o de castigos a bancos y grandes empresas. Sánchez habla de «conglomerados», como si fueran entes maléficos sacados de una película de 007. Lo dice mientras se celebra un conocido día de compras en una gran compañía internacional. Los datos suelen ser reveladores después de esas jornadas: a los ciudadanos nos encantan los black friday, los lunes de descuentos especiales o los servicios de comida a domicilio servidos por falsos autónomos que viven para pedalear por una miseria. El problema no es quienes son buenos o malos sino el modo de funcionar de nuestra sociedad. Cuando pedimos pizzas a domicilio no pensamos en las condiciones de trabajo de quienes las traen aunque lo digan en la prensa. O si lo hacemos, no renunciamos a ello por mucho que lo sintamos. Nuestra solidaridad suele ser bastante egoísta, valga la paradoja. Protestamos y exigimos siempre que no nos incomode. ¿Alguien ha dejado de comprar en esas empresas cuestionadas por despedir a miles? No hay más que recordar a Ramón Espinar y su refresco en el Congreso después de haber defendido el boicot al fabricante.

Sin embargo, Sánchez es el gran juzgador. El meme perfecto que resume su programa de gobierno es la figura que Miguel Ángel pintó en el altar mayor de la Capilla Sixtina decidiendo quién se salva y quién se condena, con la cara de Sánchez. Y sus gafas de sol. Es lo que sucede cuando se toma de rehén a un parlamento y se exige el voto ciudadano a cambio de su libertad. El riesgo es que la oposición ande más preocupada por sus cuitas internas que por las necesidades de los españoles. La campaña por el liderazgo popular es excesivamente larga. Los miembros del PP ya conocen a sus dirigentes ¿es necesario prolongar tanto esta agonía? La clave, en cualquier caso, será que todos salgan del cónclave apoyando a quien resulte elegido. Por mucho que haya habido discrepancias, ataques y hasta vídeos sorpresa. España necesita que pasen página y se dediquen a hacer oposición. Al gobierno, no al oponente interno. De lo contrario, dejar el campo libre a Sánchez con el único perro guardián de Rafael Hernando ladrando alrededor, solo puede tener consecuencias nefastas.

El juicio final que preside la Sixtina impresiona por el gesto del juez, pero no da miedo porque éste separa a las personas según su actuación. En el caso de Sánchez, en cambio, da terror porque condena a priori. Así, no hay justicia humana ni divina que resista.

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