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Los vivos contra los muertos

La guerra por mi cuenta ·

La insistencia de Pedro Sánchez por desenterrar a Franco revela revanchismo

CARLOS FLORES JUBERÍAS

Miércoles, 22 de agosto 2018, 09:30

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Desde que tuviera la ocurrencia de regalársela a S. M. el Rey, toda España sabe que entre nuestra clase política el aficionado por antonomasia a 'Juego de Tronos' es Pablo Iglesias. Pero a la vista del nerviosismo que los muertos suscitan entre ellos, diríase que la afición ha debido contagiársele a toda la izquierda española, que parece tener grabada la advertencia que uno de sus personajes lanzó en una de las escenas más celebradas de la serie: «la auténtica guerra no es entre unas cuantas casas rivales: es entre los vivos y los muertos... y los muertos se acercan».

Solo que los muertos a los que la izquierda española parece temer tanto no son una legión de feroces e indestructibles esqueletos guiados por un rey de mirada gélida y rostro cadavérico, sino unos inofensivos restos humanos que no han dicho una palabra y no se han movido un milímetro de sus tumbas -en el Valle de los Caídos, en la Macarena de Sevilla, en el Panteón de Pamplona o en el cementerio de El Ferrol- desde hace cuarenta años. O más.

El franquismo subsistente en España es real, sí, pero es también políticamente inofensivo. No constituye un grupo de presión relevante, no controla -ni siquiera influye- en ninguna instancia de gobierno, no posee más presencia mediática que la que algunos medios sensacionalistas tienen a bien brindarle de cuando en cuando, y lleva décadas sin gozar de representación parlamentaria como consecuencia -entre otras cosas- de su acreditada incapacidad para vertebrarse políticamente. Sumémosle a ello la metódica erradicación de sus vestigios llevada a cabo desde la Ley de Memoria Histórica -¿queda algún busto o alguna calle que lleve el nombre de Franco en alguna ciudad española?- y concluiremos que el ensañamiento de la izquierda con lo único que resta del franquismo -sus muertos- carece de otra justificación que el más sectario revanchismo.

Por el contrario, el de honrar a los propios muertos y el de respetar el eterno descanso de los ajenos es un imperativo ético reconocido por todas las culturas y por todas las religiones que han dejado huella en la historia de la humanidad. Cuando menos desde que hace veinticinco siglos Sófocles constatara en las páginas de Antígona que dar sepultura a los muertos era un deber ínsito en «las leyes no escritas, inmutables de los dioses [que] no son de hoy ni ayer [sino que] existen desde siempre», y sobre las cuales no pueden tener primacía los decretos de un simple mortal.

La insistencia de Pedro Sánchez por desenterrar a Franco constituye no solo una innecesaria afrenta a los sentimientos de muchos españoles, sino una muestra de revanchismo que dice poco de su pretensión de ser un líder con la vista puesta en el futuro. Claro, que nada comparado con lo de los cromañones que gobiernan El Ferrol, cuya idea de arrojar los huesos de sus antepasados a una fosa común constituye la mayor bajeza que este país haya visto en muchos años.

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