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Debe de haber algo que yo ignoro, algún secreto, un misterio, una clave difícil de aprehender, intangible, pero que está ahí, que se siente, que flota en el ambiente y que al final siempre aparece. Supongo que debe de tener que ver con la condición humana, con esa forma de ser que nos lleva, o que lleva a algunos, a querer aparentar, a figurar, a eso que decimos salir en la foto, aunque sea pegando codazos, que de esos en la política hay auténticos especialistas, cargos públicos o de partido que pasan desapercibidos, de gestión oscura si están en el Gobierno, completamente desaparecidos si militan en la oposición, pero que el día que viene a Valencia el líder de su partido ahí están, en primera fila, pegados al número 1, chupando cámara. En esas ocasiones hay que saber colocarse, infiltrarse entre las líneas, sortear acompañantes y guardaespaldas, zigzaguear hasta alcanzar la posición y ser consciente de que una segunda fila detrás del jefe te puede reportar más protagonismo que una primera esquinada y fuera de plano. Pero tiene que haber algo que se me escapa, que no alcanzo a comprender. Tal vez tenga que ver con ser del sector en cuestión, con participar de ciertos códigos y de costumbres y tradiciones que expliquen comportamientos que vistos desde fuera resultan terriblemente extraños, extravagantes incluso, casi fantasmagóricos, puro frikismo. Es decir, y bajando a lo concreto, es posible que si uno tiene un barquito, un yate (que desde luego no es mi caso), pueda comprender y encontrar lógica y razonable la tensión que al parecer existe entre los candidatos a la presidencia del Club Náutico de Valencia que hoy celebra elecciones. Pero si uno (en este caso, yo) no pertenece a ese ámbito y contempla con distancia, incluso con alejamiento, todo ese proceso, no tiene más remedio que adoptar una actitud de incredulidad, de decir que no es posible, que esto no puede estar pasando y que, insisto, debe de haber algo que dé sentido a todo. Y cuando mis compañeros de Deportes vienen y me cuentan que en esta convocatoria existe hasta una jornada de reflexión, que fue ayer viernes, como si se tratara de las elecciones generales y estuviera en juego la gobernabilidad del país, entonces llego a la conclusión de que nos ha dado mucho el sol, que tal vez el agua de Valencia contenga algún alucinógeno que ningún análisis ha sido capaz de detectar, que igual es que la dieta mediterránea no es tan sana como dicen, que el cambio climático nos pasa factura o que directamente se nos ha ido a todos la pinza. Porque de verdad, pero de verdad de la buena, que no es normal. Pero es que en las elecciones al Rectorado de la Universitat ocurrió algo parecido, y en las del Ateneo, y en las del Colegio de Médicos, y en las de... ¿Usted lo entiende? Pues yo tampoco.

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