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JUAN FRANCISCO FERRÉ
Martes, 2 de enero 2018, 11:41
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Quién necesita bulos cuando existe la realidad. El reloj de Rajoy ha abierto la puerta al terror y al vértigo de las especulaciones al regresar a 2016. Hoy por hoy, es más fácil para ciertos estrategas volver atrás en el tiempo, retornar al bucle, que dar un salto adelante y plantarse en el futuro.
Con o sin la ayuda del reino imaginario de Tabarnia, todo sigue igual en la fastidiosa España plurinacional. Cada uva que nos tragamos a disgusto es uno de los recuerdos que volverá a amargarnos el año nuevo, sea cual sea su maldito dígito. Rajoy en la Moncloa tejiendo de día lo que desteje de noche, Puigdemont en Bruselas sacándole los colores a la señera con su cobardía, los Pujol viendo amanecer en una pantalla Oled, Junqueras devorando profiteroles en Estremera, Rufián tuiteando sandeces.
El tema de los políticos presos tiene gracia. Es como el chiste de las puertas giratorias pero en sentido inverso. En vez de forrarte te empapelan. En una democracia consolidada la experiencia carcelaria debería democratizarse. Al menos para los políticos con ambición de poder. Todo cargo público, antes de ganar el premio gordo que otorgan el partido y los electores, debería pasar una temporada disfrutando de los privilegios del sistema penitenciario en la festiva compañía de los presos comunes y así modelar su carácter. Hacerlo más recio y menos propenso a latrocinios o tentaciones inconstitucionales. Superada la prueba, obtendría la acreditación oficial.
Por fortuna, todo lo bueno de 2017 tiene nombre de mujer. Nada cambia en el mundo mientras no cambie el sexo de sus protagonistas. Ya es hora de que nos enteremos. La ciudadana Inés Arrimadas acaba de revelarse como una líder que la política española no puede desperdiciar. Si 2018 fuera de verdad el año nuevo que todos, excepto Rajoy, esperamos con impaciencia, Arrimadas sería ministra del Interior, ofreciendo una imagen convincente de la marca España en lugar de ese fallido humorista sevillano que ejerce el cargo ahora con el beneplácito del relojero mayor del reino.
Permitidme, no obstante, que entre todas las mujeres del año elija una extranjera. El ajedrez siempre tuvo sexo y mucha inteligencia. Con un rey castrado y una reina poderosa y peones que se hacen reinas del tablero, como Arrimadas en Cataluña, en cuanto invaden las trincheras enemigas. Por eso, mi heroína del año es la jugadora ucraniana Anna Muzychuk, boicoteando el campeonato mundial de ajedrez organizado en un paraíso sexista como Arabia Saudí. Lo ha hecho por sus hermanas árabes, esclavas del patriarcado islámico, pero con su gesto valiente ha retado a todo el orbe globalizado. Jaque al macho. Es el grito de guerra para vengar crímenes sexuales y agravios misóginos y generar cambios revolucionarios. A ver si es verdad y salimos de una vez de la prehistoria.
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