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La innovación era + de lo mismo

FERRAN BELDA

Lunes, 10 de diciembre 2018, 09:09

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La Agencia Valenciana de Innovación (AVI), el revolucionario instrumento que, según el titular del Consell, iba modernizar nuestro anquilosado tejido productivo ha roto aguas. Y, sin embargo, ha dado a luz a un ratón. Un ratón como el de Susanita. Chiquitín y ridículo. Una vulgar y corriente línea de préstamos participativos por un monto total de 3,6 millones de euros. El consejero de Economía Rafael Climent debe estar partiéndose de risa. Los hechos han venido a darle la razón. Lo único que perseguía Ximo Puig al formarla y adscribirla a Presidencia era contar con su propio IVACE porque el genuino le había tocado a Compromís en el 'Llibre del repartiment' que se reescribió en el Jardín Botánico. Climent, de todos modos, jugaba con ventaja. La fábula del parto de los montes es de Esopo y él es profesor de griego. Pero estaba en lo cierto. Para acabar financiando al emprendedor en colaboración con el IVF no hacía falta crear un nuevo chiringuito. Tampoco era preciso asignarle un margen de maniobra de 28 millones, que serán 150 en 2020. Ni por supuesto poner a su servicio a un ejército de burócratas, compuesto ya a estas alturas por 47 personas elegidas al tuntún, según la Intervención de la Generalidad, y encabezado por un Gª Reche, que debería tener un contrato de alta dirección y no uno de fantasía. Porque para continuar por el trillado camino de los créditos fáciles ya estaba, como dijo Climent, el IVACE. Pero Puig le había prometido a Andrés Gª Reche que sería "conseller" y hasta que no le consiguió un premio de consolación no paró. El problema es que para no quedar mal él, trastocó dos departamentos de la Generalidad, Economía y Presidencia, y duplicó una dirección general. Cuando si algo sobra entre las ayuda oficiales y la iniciativa privada son los intermediarios, los repartidores que terminan consumiendo en gestión fondos que deberían destinarse a créditos y subvenciones. Pero eso explíqueselo usted a un Ximo Puig que en la presentación en sociedad de esta avanzadilla del progreso y la transformación amenazó con alumbrar «una nueva generación de agencias públicas»(sic), ligadas a la nueva economía, más descentralizadas -léase incontrolables- y con actores que guarden relación con ellas (¿?). Digo yo si siguiendo el modelo andaluz, donde pebeteros tan pintorescos como la Agencia Andaluza del Flamenco, la Agencia Andaluza del Conocimiento o la Agencia Andaluza de Cooperación no elevan el progreso regional pero reducen el paro.

Alberto Fabra, a quien nunca agradeceremos bastante el baño de sensatez que le dio a la Generalidad, cerró fundaciones, apagó la televisión, fusionó dos institutos tecnológicos y dejó caer por su propio peso a un tercero. Puig, en cambio, ha montado una agencia para que haga lo que ya hacen otros y, si acaso, «coordine» a los institutos tecnológicos restantes. En la creencia quimérica de que, como estará «cogestionada por empresarios, sindicatos (¡!), agentes innovadores (¿?) y actores del mundo de la innovación (¿!)», resultará útil y operativa.

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