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Una huerta desprotegida

Tenemos una ley que preserva un espacio agrícola único, pero nadie cayó en que fallaba la salubridad del agua que lo riega

Vicente Lladró

Valencia

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Sábado, 13 de julio 2019, 09:28

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El pasado 30 de junio, domingo, alrededor de las cuatro y media de la tarde, un nauseabundo olor a desagües invadió gran parte de L'Horta Nord. Desde la ronda Norte que circunvala el casco urbano de Valencia, por Tavernes Blanques, Almàssera, Bonrepós, Cases de Bàrcena y Meliana, una atmósfera pestilente lo invadió todo; no valía ni meterse dentro de casa. No estaban esparciendo estiércol en algún campo, como ocurre tantas veces, cuando hay que apresurarse a cerrar ventanas, según de dónde venga el viento; no eran horas de tal tarea; tampoco se identificaba que el hedor fuera de excrementos de animales, habitualmente gallinaza; eran claramente fétidos residuos humanos. Hablemos claramente: orín y mierda, y no era algo localizado, esporádico o aislado; llegaba en tromba, y se iba repartiendo, más o menos al ritmo de circulación del agua que se extendía por los ramales de las acequias que circulan desde hace siglos y en gran medida pasan por debajo de los cascos urbanos para volver a la superficie y sirven para regar los campos, camino del mar.

La situación se repite a menudo, aunque no es tan frecuente tal concentración de hediondez; lo habitual es que el asunto discurra más repartido. Los vecinos lo saben y lo sufren a diario, con variable intensidad; cualquier ciudadano ajeno a estas áreas lo puede notar con sólo asomarse a albañales y acequias, sobre todo cuando pasa poca agua o queda todo estancado, hasta que llega el turno de riego, abren compuertas, llega la corriente, riegan campos, desemboca lo que sobra en el litoral, después detectan la contaminación y decretan el cierre de playas. Lo de hace dos domingos atrás molestaba a muchos, pero, acostumbrados, cada cual trató de escabullirse de la incomodidad como pudo. Lo que se esparció en el mar se analizaría entre lunes y martes, hizo crisis y desembocó en un nuevo cierre de playas entre miércoles y jueves.

El director general de Agua de la Generalitat ha reconocido que hay carencias de alcantarillado en zonas de la huerta, aunque de momento prefiere limitar el problema a casas diseminadas. Desde luego ya ha dicho mucho más que otras autoridades que se limitaban a hablar de cosas muy puntuales o la limpieza de alguna pocilga. ¿Dónde están esas pocilgas?

El ingeniero Juan Broseta escribió el pasado jueves en este periódico apuntando a la operativa de algunas depuradoras, donde quizá podría ocurrir a veces que se desviaran vertidos sin depurar con tal de ahorrar electricidad, o por lo que fuera. Nadie le ha replicado ni desmentido. Luego...

Pero esa es sólo una de las partes de este problema, mucho más amplio y complicado. Es un problema de salud pública, de turismo, de frustrar el esparcimiento playero, de contaminación, de cobrar por servicios que no se dan... Y todo eso se despliega sobre una huerta que está protegida por ley y que en realidad vemos desprotegida, porque nadie quiso ver que falla la salubridad del agua que la riega.

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