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UNA HISTORIA DEL VALENCIA (XI)

UNA HISTORIA DEL VALENCIA (XI)

Anton Fivébr fue el primer entrenador profesional del Valencia. Sus novedosas propuestas revolucionaron el fútbol en la ciudad

JOSÉ RICARDO MARCH

Lunes, 8 de enero 2018, 09:20

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Entre la fundación del Valencia y la primavera de 1923 el equipo careció de entrenador. La plantilla funcionaba a su aire, más o menos guiada por algún directivo con conocimientos técnicos como Leonarte, Duties o Milego, o por el capitán de turno. Sin embargo, el aumento de la exigencia fue revelando la necesidad de incorporar a un trainer (según la nomenclatura de la época) que puliera la técnica de los futbolistas e impusiera orden en el grupo. «Desde hace mucho tiempo que al Valencia le falta un entrenador», escribía, en diciembre de 1922, el cronista de El Pueblo, tras una derrota del Valencia contra la Gimnástica de Madrid. «Y esto urge. Y, además, una persona autorizada para que en todo momento imponga esa disciplina en las combinaciones del juego, sin la cual se esterilizan los mejores esfuerzos».

La ausencia de entrenador se palió durante algún tiempo con determinadas soluciones de emergencia que hoy en día se nos antojan pintorescas. En 1920, tras un desastroso partido del Valencia en Sevilla, Juan Armet Kinké, delantero del cuadro hispalense, se sintió con autoridad suficiente como para dar algunos consejos al equipo. Para asegurarse de que se cumplían, Kinké, amigo de Cubells, se desplazó a Valencia, donde jugó un partido contra el Levante de Murcia en el que dirigió a los jugadores desde el campo. Aunque dicha ayuda resultó satisfactoria (de hecho, repetiría experiencia en 1922), quedó evidenciado que la dirección técnica no podía ser cubierta con carácter accidental. A principios de la temporada 22/23 se trabajaba en la incorporación de un entrenador extranjero.

El 1 de marzo de 1923, Las Provincias publicó una gacetilla del club en la que se explicaba que la directiva andaba en tratos con el técnico del Sparta de Praga, cuyo contrato se esperaba resolver en breve para que se hiciera cargo del «club campeón». La información era una verdad a medias. No se negociaba con el entrenador titular del Sparta, sino con uno de sus exfutbolistas, un checo llamado Antonin Fivébr que, tras una larga trayectoria como jugador, había iniciado su camino como técnico en el Brescia.

Hasta la llegada de Fivébr el Valencia cubrió el puesto de preparador con otra solución accidental: el mediocentro Agustín Sancho, medallista en los Juegos Olímpicos de Amberes. Por fin, frisando el verano de 1923, Fivérb apareció en la ciudad. Su estampa (sonrisa perenne, boina y americana con los colores y símbolos del Sparta), su carisma y sus conocimientos pronto lo convirtieron en un personaje muy popular. Debutó como técnico al frente del Valencia el 17 junio 1923 en un encuentro en el que su equipo (vestido con un curioso e inédito equipaje a rayas blanquinegras) batió al Europa, campeón de Cataluña, por 3-1. La impresión fue excelente. Tres días después del partido, El Pueblo proclamaba, orgulloso, que el Valencia por fin tenía entrenador.

La primera etapa de Fivérb en el Valencia se extendió hasta 1927 y fue extraordinariamente fructífera, tanto en títulos (tres Campeonatos Regionales) como en lo que supuso para la construcción de una estructura deportiva profesional. Además de perfeccionar el estilo de juego de los futbolistas (David Montesinos me contó en cierta ocasión que Fivérb había sido determinante en el progreso de su abuelo, Arturo Montes), el entrenador checo sentó las bases del Valencia del futuro al crear los equipos infantiles y organizar las populares Olimpíadas juveniles. Su pasión por el deporte se manifestó, además, en su preocupación por otras disciplinas ligadas a la cultura física: fue delegado del club en la sección de natación e intentó introducir en España, infructuosamente, la modalidad de pelota checa, «especialmente destinada para las mujeres», tal y como publicó la prensa. No es casual que su despedida, en el verano de 1927, fuera tan cariñosa como multitudinaria.

No fue la última vez en la que Fivérb se puso al frente del Valencia. En 1929, tras el tormentoso final del inglés Elliott, Antonin fue reclamado para poner paz en la plantilla y mejorar sus prestaciones. En apenas un año el equipo conquistó el Campeonato Regional y logró el ascenso a Primera. Sin embargo, el éxito alcanzado no le sirvió para renovar su contrato. Tras dos buenas experiencias en el Murcia y el Levante, el Valencia lo reclamó por tercera vez en 1934. Su última etapa desdibujó los excelentes registros previos: Fivébr se hizo cargo de un vestuario explosivo y acabaría siendo despedido en octubre de 1935. Fue un triste e injusto final para uno de los grandes personajes de la historia del club.

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