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Urgente Muere el mecenas Castellano Comenge

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Inaugurada la campaña electoral, aunque sentimos que no hemos dejado de estar movilizados desde las elecciones andaluzas, los partidos ponen la maquinaria a toda potencia en busca de ese millón de indecisos que podrían tener la clave del resultado. Movilizar es la palabra de moda. Unos porque nos quieren llevar al colegio electoral con la papeleta en el bolsillo y otros porque nos queremos mover pero con las chancletas puestas hacia la playa. Hay cansancio social con una clase política que mejor haría en ilusionar y reconquistar a los suyos propios que en ir a la caza de votantes de otros. Se prevén muchas migraciones y fugas fruto de la desilusión y el hastío.

Quienes saben de esto aseguran que el 28-A votaremos impulsivamente: o con el hígado o con el corazón. Será un voto visceral como también lo ha sido la precampaña. Y algo de razón tienen si tenemos en cuenta que el escenario ha pegado un bandazo de vértigo en solo cuatro meses. Así, mientras el CIS vaticina una holgada victoria del PSOE, otras encuestas auguraban en navidades todo lo contrario: que la derecha arrasa. Deberíamos recordar un supuesto efecto andaluz que se extendía como chapapote por todo el país con gobiernos de Vox-PP-Cs. ¿Cómo es posible que una nación se mueva de derechas a izquierdas en solo cuatro meses de manera tan rotunda? Porque estos sondeos valen para lo que valen. En el término medio está como siempre la virtud. Y en política, más. Las elecciones no se ganan, se pierden, dice el aforismo más conocido de la política.

Lo cauto es no darse por ganador antes de hora. Solo hay una cosa segura: gana quien no tiene nada y parte de cero, como Vox. Su irrupción sí que puede provocar algún tsunami en el tablero de juego. Habrá que esperar al escrutinio final en manos de 37 millones de ciudadanos de 52 provincias y a los 2 millones de españoles que viven en el extranjero. De estos solo un diez por ciento podrían votar en caso de superar el suplicio administrativo por el que tienen que pasar.

Paradójicamente, mientras se sigue privando a tantos españoles del derecho constitucional al voto, sus señorías no han tenido reparo en modificar la legislación para hacernos llegar a nuestros dispositivos electrónicos y canales de mensajería toda clase de propaganda electoral. Igual que existe una Lista Robinson que obliga a las empresas a excluir de sus envíos comerciales a cualquier ciudadano que lo solicite, existe otra menos conocida llamada Lista Viernes creada por un grupo de juristas que lucha contra la propaganda electoral. Pero esta, casualmente, no es de uso obligatorio para las empresas, en este caso los partidos. Sería un detalle a valorar que todas las formaciones se autoadhirieran a ella cumpliendo con lo que predican sobre la transparencia y los derechos sociales. Los actos siempre comunican más que las palabras.

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