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Hermenéutica electoral

AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA

Domingo, 24 de marzo 2019, 11:13

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Pocas horas antes de cerrar las candidaturas para las próximas elecciones afloran las encuestas para orientar el voto y animar un colorista debate político condicionado primaveralmente por la irrupción de Vox y la cocina gubernamental del CIS. Cada vez es mayor el número de profesionales que trabajan en las empresas demoscópicas y cada vez es mayor la calidad de las herramientas o métodos que se utilizan. Aunque sea verdad que la única encuesta fiable se produce cuando se abren las urnas, el ejercicio de tanteo, aproximación y estimación demoscópica desempeña una función de pedagogía democrática poco cuestionable.

Como ciudadanos todos somos intérpretes y, por tanto, hermeneutas de la democracia. No lo hacemos como adivinos, magos o alquimistas de lo datos, sino protagonistas de un proceso de participación y pertenencia en el que nos sentimos comprometidos. Todos nos atrevemos a realizar juicios, construir argumentos y facilitar relatos basándonos en la escasa información que nos facilitan las encuestas. Es como si todos, con independencia del grado de conocimiento o capacitación, quisiéramos hacer 'hermenéutica electoral'.

Sin embargo, la verdadera 'hermenéutica electoral' no tiene nada que ver con la adivinación. Es un saber más próximo a las artes culinarias que a las artes adivinatorias. No todos los juicios o todas las interpretaciones de los datos de las encuestas tienen el mismo valor porque no son igual de verosímiles o están hechos con la voluntad de verdad. Recordemos que el término hermenéutica procede del dios griego Hermes cuya función era la de tender puentes, mediar, conectar y facilitar la comunicación entre el cielo y la tierra, entre los dioses y los humanos. Es mucho más que un conjunto de herramientas estadísticas o instrumentos para medir opiniones. La hermenéutica electoral se ha convertido en el núcleo de la comunicación política precisamente por esta función mediadora entre una descripción certera del resultado electoral (que sólo podremos conocer al final del tiempo electoral), y una descripción aproximada mediante muestreos o ejercicios un saber incierto pero probable.

Como núcleo del ejercicio demoscópico, el valor de la hermenéutica electoral no está en la organización de las respuestas o lo que llamaríamos el 'emplatado' gastronómico. El valor de una encuesta no está en su preparación culinaria o el cocinado de los resultados, sino en difícil arte de preguntar. Si no hay buena materia prima, de poco vale un emplatado seductor. Los buenos profesionales de la demoscopia saben que lo más valioso y productivo de su trabajo no está en el cálculo algorítmico que ya realizan las máquinas, sino en el arte de hacer preguntas. Es más, la creación de valor añadido en las técnicas demoscópicas está en la capacidad para afinar en la pregunta, para preguntar cada vez mejor.

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