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Urgente Bertín Osborne y Taburete, entre los artistas de los Conciertos de Viveros 2024

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Hay entrenadores que caen bien en Madrid, donde igual se reparten credenciales de técnicos de fútbol que de buenos y malos periodistas. Excluyo de esa categoría de «los que caen bien» a los preparadores del Madrid, el Barça o el Atleti, que eso es otro cantar. Hablo del resto de equipos. Tienen buen cartel los que apuestan por lo que los expendedores de carnés denominan «un fútbol vistoso». Es lógico, hay que entenderlo, se sientan delante del televisor, con su cervecita, su platito de jamón y sus almendritas fritas con sal y lo que les apetece es ver un partido de ida y vuelta, que dirían los de la radio, poco o nada defensivo, sin precauciones, a tumba abierta (expresión ciclista, pero para el caso nos sirve), no quieren oír hablar del clásico tostón que ofrecen dos conjuntos atrincherados, que no se descomponen y más interesados en destruir el juego del rival que en atacar. Emery, por ejemplo, les encantaba. O Paco Jémez. Y ahora andan entusiasmados con Quique Setién, qué maravilla, oye, qué bien juega el Betis, qué gusto da, qué espectáculo. Con el 2-2 de Copa en el Villamarín se quedaron planchados porque su candidato, no hace falta ni decirlo, era el conjunto verdiblanco, mucho más simpático a sus ojos que un Valencia que por lo que sea nunca acaba de gozar del favor del público ni de los sesudos analistas de la capital de España. Con lo bien que jugó el Betis, se lamentaban, y ese empate a última hora, el jarro de agua fría que los de Marcelino arrojaron sobre la entusiasta afición sevillana, la posibilidad de que finalmente el sueño de la final en su estadio se rompa hecho añicos. Qué desagradable el Valencia, caramba, qué forma de estropearlo todo. Son entrenadores que les gustan a ellos, claro, aunque no se puede decir que los resultados les acompañen. ¿Qué fue de Paco Jémez? Lo que les hace tilín es que el balón corra de un sitio para otro, frenético, con muchas oportunidades, los partidos locos, la montaña rusa. No dicen que es imperdonable que un equipo que juega en casa se deje empatar un partido en el minuto 92 en un contraataque, ¡en un contraataque!, en el que todos los jugadores estaban fuera de sitio, descolocados, cada uno a la suya. Eso no interesa en el argumentario en favor de los técnicos divertidos. Unos técnicos divertidos, no obstante, que no les valen para sus equipos, porque hay que ver lo encantados que están con Simeone, que no es precisamente el abanderado del juego abierto y sin control, por no hablar de lo que babeaban gran parte de esos analistas con Mourinho, otro que tal baila. Les gustan para el Rayo, el Celta, el Betis o el Valencia, que no comprendían que la gente de Mestalla se enfadara con Unai. Yo prefería a Benítez, con el que el Valencia ganó títulos, pero yo no entiendo de fútbol como ellos.

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