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GRACIAS A LOS ACUÍFEROS SUBTERRÁNEOS

VICENTE LLADRÓ

Lunes, 11 de diciembre 2017, 09:58

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La sequía en sí, más lo que se habla y se repite sobre la sequía, tiene a mucha gente intensamente preocupada, casi traumatizada. Como si tuvieran razón aquellas palabras que escribió Arturo Rey Marzal en 1931 y que ha rescatado nuestro amigo Miguel Aparici por su actualidad: «...y todo es debido a esta sequía que... hace que el organismo sienta también el desequilibrio... falto de la humedad necesaria para atemperar nuestros nervios... Estoy seguro que de haber llovido con más frecuencia no se hubieran producido esas explosiones de las gentes nerviosas.... Esta sequía extrema nos está haciendo insociables y prontos a la réplica». ¿A que parecen plenas de vigencia? No es broma, necesitamos que llueva, y no sólo por tener la seguridad de que así se recuperan las reservas de agua que precisamos para vivir y producir; también por la misma satisfacción de ver llover, de tener conciencia de que está manando agua del cielo. Mírenlo por el lado mítico o místico si quieren, que también, pero no cabe duda de que la lluvia atempera, tranquiliza, apacigua. Aunque solo sea para algunos, porque así se sienten más a resguardo, porque si salen a descubierto se mojan.

Pero lo que no tiene mucho sentido es preocuparse por lo que uno no puede remediar. Como dijo el sabio: menos preocuparse y más ocuparse. ¿Nos preocupamos de que no llueve?, ¿y qué hacer, salvo esperar? Y entonces, ¿en qué ocuparnos ante la ausencia de lluvia que tanto nos inquieta? Bueno, no vamos a emprender individualmente grandes cosas; las modestas prácticas de ahorro doméstico que suelen repetirse en estas situaciones cíclicas quedan bien, son aparentes, pero ya nos las sabemos y tienen una utilidad práctica limitada (una botellita en la cisterna del wáter, cerrar el grifo a rajatabla, regar menos las plantas...) Sí, todo eso está muy bien, mejor aún por el lado de que ayuda a concienciar sobre el problema general, pero sería estupendo que sirviera además para desmontar tópicos que han ido creciendo sin fundamento, para que los contrarios a que se construyan embalses, por ejemplo, asumieran que de no ser por los que tenemos haría ya mucho tiempo que no tendríamos ni gota, y que será cuestión de hacer alguno más para recoger y guardar los caudales que aún perdemos en el mar cuando llueve fuerte. Y lo mismo para los trasvases: llevar agua de donde sobre alguna vez, o casi siempre, a donde falta la mayor parte del año, de los años, porque si no se hace así acabaremos padeciendo todos las consecuencias. Y de paso, en medio de las preocupaciones, ocuparnos por conocer mejor lo que tenemos entre nosotros; por ejemplo reconocer el papel esencial de los acuíferos subterráneos, de los pozos que no vemos, de tantas perforaciones que extraen agua del subsuelo y nos salvan papeletas de emergencia.

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