Mientras que las figuras se enseñorean en el albero de la Real Maestranza ante una afición a la que la inactividad impuesta por la pandemia parece que le ha hecho perder el sitio, de otra forma no se explica cómo dejó sin premio la magistral faena que Morante de la Puebla escenificó ante un jandilla que precisó de mucha ciencia, temple y compás, digo, mientras en Sevilla se goza con lo excelso, aquí, en el Cap i Casal, vamos a celebrar la festividad de nuestra Virgen de los Desamparados, con dos clases prácticas de la Escuela de Tauromaquia y una novillada con picadores.
No está mal poner celo en la promoción de nuevos valores, el futuro cuenta tanto o más que el presente, pero hay fechas en las que un poquito de esfuerzo por parte de las empresas, y sensibilidad por quienes redactan los pliegos de condiciones para arrendar el coso, sería igualmente apostar por el futuro. Estigmatizar la fecha de mayo como mala para programar una gran corrida de toros, queda anulada solo con echar una mirada a las crónicas que recogen los éxitos de taquilla cuando se han ofrecido carteles de postín. Y no sólo cuando Valencia ha contado con espadas de interés como El Soro, Ponce o Barrera. Ejemplos hay y de mucho abolengo.
Dicho lo cual, ahora toca fomentar la base, lograr que el personal se ilusione con nuevas vocaciones. Y como nobleza obliga, hay que reconocer que la escuela está haciendo labor encomiable. Ahí están los festejos que el pasado fin de semana programó en La Serreta de Bocairent, en los que, como dato entrañable, lidiaba su primer becerro Emilio Miranda, nieto de quien es recordado como un apasionado aficionado/empresario que lo fue de la plaza de Valencia.
Las dos clases prácticas serán los días 6 y 8, mientras que el cartel de la novillada se celebrará el sábado 7, lidiándose reses del conde de Mayalde, por el valenciano Miguelito, el mejicano Fonseca y el salmantino Diosleguarde. ¿Serán futuro? Les precede buena fama.
