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LA FURIA DE THOR

MIKEL PAGOLA ERVITI

Lunes, 4 de marzo 2019, 07:55

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La de ayer fue 'cañera', que se dice. Alfonso Baños Muñoz es un artista de la pólvora y no puede estarse quieto haciendo cosas habituales. Esto es lo que me gusta de él. Este granadino, de Ugíjar, vino acompañado de sus hermanos Juan José y Antonio Jesús. Espectáculo asegurado. Junto a su numeroso equipo montaron su creación desde las cuatro de la mañana firmándola como Alpujarreña. Se estrenaron en 2015 con una mascletà clásica, y en 2016 ya se atrevió con la primera transgresión: dos mascletaes a la vez, una desde cada lado, para juntarlas en el centro. Ayer igual. En 2017 a eso le añadió la llamativísima novedad de los grandes golpes de truenos perimetrales que bautizó como 'el Martillo de Thor'. Ayer, los potentes martillazos del dios nórdico los ofreció al comienzo de la mascletà, tras la traca valenciana. Los fortísimos golpes en anillo (accionados electrónicamente) fueron acelerándose, acompañados de tracas valencianas a cada lado (norte y sur). Fue una arriesgada y gran apuesta artística mostrar esto al comienzo y no en la quinta y más fuerte retención, como hizo, por ejemplo, el año pasado. Esto ya va a gustos pero unos golpes tan aparatosos, quizá, peguen más (nunca mejor dicho), en el punto álgido de la mascletà que al comienzo. Sobre los digitales con los que siguió no tengo ninguna duda: los trabaja de cine. Las rotaciones en el aire con diversos juegos de alturas y tiempos los hace como quiere. Realmente interesantes y bien cerrados con chicharras y certero golpe de truenos. Entonces empezaron dos mascletaes a la vez, una de cada lado (como ya nos tiene habituados), montadas en cañeta, que es un sistema antiguo que aún se utiliza para ahorrar espacio. Porque las cinco retenciones dobles, quemándose a cada lado, no le hubieran cabido con el monstruo de terremoto que dispuso en el centro: larguísimo, emocionante y salvaje (pero dolían los oídos, y no debiera). El final yo lo llamaría 'la furia Thor': fue un bombardeo digitalizado perimetral, incremental, verdaderamente estremecedor, largo y abrumador, rematado perfectamente en el aire primero y con un anillo final de truenos en el suelo después, a modo de tajante martillazo que marcó el final de este enfado divino.

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