Domingo de Resurrección. Volver a ver la Maestranza repleta, te hace sentir más que feliz, un privilegiado por ser aficionado a los toros. Espectáculo único, ... sin parangón con ningún otro.Te pones frente al televisor, y ver desfilar a toreros retirados que acuden al palenque sevillano ilusionados, respetuosos, yo diría que con la devoción propia de quien va a asistir al Santo Sacrificio, y te emocionas. Mitos como Curro Romero o Paco Ojeda, dando ejemplo de grandes hombres del toro. Una delicia.
Y, de repente, al ganadero Juan Pedro Domecq, que tiene enchiquerados los seis toros que deben ofrecer su bravura para que Morante de la Puebla, Juan Ortega y Pablo Aguado, luzcan su toreo de quilates, le piden en Movistar Toros, que diera su opinión. Su respuesta ya comenzó a sonar con que se ponía la venda antes de que se viera el juego de sus reses: «Vengo con lo mejor que me han dejado traer». De sus palabras se desprende que hubiera apartado un lote distinto. Que veterinarios y autoridad gubernativa se lo habían impedido.
Es curioso, pero en el toreo no manda ni el ganadero, ni los toreros, y mucho menos el empresario que es quien más interesado debe estar en ofrecer a sus clientes un espectáculo que les satisfaga. Pues no es así, mandan quienes no se juegan ni un euro, y a quienes les importa un pito lo que después ocurra en el ruedo.
Al final de la tarde, analizando lo sucedido, al margen de bonitos detalles sueltos de los espadas, lo que nos quedó es que sí, que se lidió un encierro fuera del tipo del toro de Sevilla, que los dos mas potables, primero y sexto, se parecieron más al toro sevillano. Pero que en conjunto, el juego ofrecido, no estuvo a la altura de una divisa que además está anunciada en esa misma plaza otra tarde en farolillos y otra en San Miguel. En cuanto al sobrero de Ave María, lidiado por Morante, ni por hechuras ni por prestigio, tampoco debió pisar el albero maestrante. Lo curioso es que los interesados, otorgan.
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