Que la feria de Sevilla ya es historia, lo dice el calendario, pero hay que enfatizar, ¡pero qué feria! Porque ha sido un ciclo en ... el que al margen de errores del palco y el despiste de que ha hecho gala buena parte de los aficionados a la hora de valorar, especialmente con manifiesta falta de sensibilidad las actuaciones de Morante de la Puebla, digo, que ha sido un abono en el que hemos podido ver, en directo o por televisión, que el arte de la lidia goza de una ilusionante salud.
Lo visto, sentido y disfrutado con el torero de La Puebla del Río, está meridianamente claro que sólo se puede medir haciendo uso de la hipérbole. No es exagerado, es que es muy complejo hacer llegar al lector las sensaciones y las emociones recibidas sin hacer uso de semejante recurso literario. Sobre todo en el toro que cerraba su actuación en esta feria, en la que hay que resaltarlo, Morante ha hecho gala de una torería ejemplar. Dentro y fuera del albero. Su compromiso con la memoria de Joselito El Gallo, la amplió a la de Pepe Luis Vázquez. En la calle vistiendo al estilo clásico de los años veinte, y presumiendo de esposa y cercanía en la Puerta del Príncipe. En el albero, sacando del baúl de la historia suertes en desuso nada fáciles. De los galleos, al cartucho de `pescao'. Pero sobre todo, esa lidia excelsa, mágica, comprometida y superlativa, al bravo y nada fácil sobrero de Garcigrande con la que hizo que, por fin, el público se entregaba levantándose de los asientos. ¡¡Oleeé!!
Y hubo más. La enciclopedia de Juli. Todo un tratado de tauromaquia en plena madurez de alguien que se exige sin límites. ¿Y Roca Rey? El gallo de pelea en el corral de las figuras. Cerró el capítulo de distinguidos un Luque en sazón, y la grata sorpresa de Rufo... Ahh, la hombrada de Escribano con los Miuras, le sirvió para lucir el aval de una gran entrada y notable tono artístico. Al resto de ilustres sin éxitos de relumbrón, hay que verlos en San Isidro. Gloria al toreo.
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