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POR FAVOR, UN LANZALLAMAS

BURGUERA

Lunes, 24 de septiembre 2018, 09:45

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Desde que en 2014 empecé a frecuentar Les Corts mi capacidad de sorpresa se rebaja al alimón que aumenta mi desapego por las estrategias políticas. Sin embargo, hay semanas que, como decía Al Pacino en 'Esencia de Mujer': «Si fuera el hombre que era hace cinco años usaría un lanzallamas contra este lugar». Mi primer día de trabajo tras las vacaciones fue para presenciar el Debate de Política General. Nada de aterrizaje suave: fue un salto en paracaídas. Varios diputados lamentaron que el cambio de la estructura del debate haya evitado algunas cosas (malas) pero para generar otras (igual de malas o peores). Antes, hasta este último debate, cada grupo presentaba las propuestas de resolución que le daba la gana. Había que responderlas. Eso propició que el PP presentara hasta un millar, lo cual es una locura. Tampoco era mucho mejor cuando años atrás el PSPV, en la oposición, presentó más de 300. ¿Cuál es el límite cuantitativo entre las ganas de tocar las narices y la de contribuir al bien común? Cada día dudo más que a alguien en Les Corts le importe una higa ese límite. Ahora se permiten sólo doce por grupo parlamentario, y luego cada uno hace abiertamente trampas. Como el PP hizo muchas trampas (en cada proposición presentó decenas de subproposiciones) le tumbaron todas. Podemos presentó un centenar, pero esas se podían leer y molaban (así se llegó a justificar, literalmente, la toma en consideración de esas resoluciones).

Entre las del PP que se rechazaron como castigo hay unas cuantas que hubiesen merecido mejor suerte. Ejemplo: «Elaborar un plan específico de detección de altas capacidades (...) El reto del Consell debe ser ofrecer respuestas educativas específicas de calidad a este alumnado». Pues no. La iniciativa acabó en retrete. Luego volveremos a eso.

Lo de limitar el número de proposiciones es una manera de chapucear igual que lo de presentar un millar de propuestas. Mejor si las eliminan. Total, el Consell se las pasa por el forro del Botánico. No son vinculantes. Tanto pensar en reformar el debate para que una diputada del PSPV acabase lamentando ese nuevo formato. Lo hizo con suavidad. Los tránsfugas de Ciudadanos fueron más bruscos. Le espetaron a Mata (el síndic socialista y cerebro de la jibarización de las propuestas) que aquello era un bodrio y una castaña. Lo fue. Una más.

Volviendo al retrete. Esta semana se debatió y se negoció durante una hora de reloj otra propuesta, esta de Compromís, en la comisión de Sanidad, para que el Consell inste a que las empresas de toallitas obliguen a informar de que no son biodegradables. Tanto énfasis y unanimidad en una propuesta y tanta displicencia para cepillarse una semana antes un millar, que no sirvieron ni para limpiarse aquello que se pone sobre el retrete.

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