Borrar

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

En política, como en cualquier actividad, caben dos maneras de hacer las cosas: con buen o con mal estilo, con elegancia o sin ella, con señorío o prescindiendo por completo de las mínimas normas de cortesía. Esto no implica ser un hipócrita, ni mucho menos. El felicitar, saludar o desear suerte a un contrincante no significa, obviamente, que uno desee su victoria, simplemente hay que interpretarlo como un gesto amable que no oculta que al día siguiente se abrirán las hostilidades. La defensa de unas ideas no puede estar reñida con la educación y el saber estar. El alcalde de Valencia, el nacionalista Joan Ribó, eligió casi desde el primer día un estilo que ha mantenido durante todo su mandato y que, por ejemplo, le ha llevado a no asistir a celebraciones o actividades de entidades, confesiones o empresas con las que ideológicamente no se siente a gusto, que son todas aquellas que no abrazan su catecismo neocomunista, ecologista y valencianista/catalanista. No ha querido nunca aparentar siquiera ser el alcalde de todos sino que ha preferido serlo sólo de los suyos, de sus afines. No ha hecho el menor esfuerzo por entender realidades ni sensibilidades diferentes a las de su estrecho universo vital y se ha comportado como un funcionario que trabaja a reglamento y que excusa su asistencia a actos que por horario (tarde o noche) o por calendario (fin de semana) se salen de su estricta jornada de trabajo. Con este estilo, o con esta falta de estilo, no es de extrañar su reacción agria al ser preguntado por la candidatura de María José Català, primero con su ironía acerca de que haya ganado las primarias a Camps y segundo con el comentario sobre su reciente empadronamiento en la ciudad, como si eso fuera un impedimento para ser alcaldesa o como si tuviera menos méritos por haber nacido en Torrent. No lo fue para la exalcaldesa Clementina Ródenas, que vivía fuera de la capital. Como no lo ha sido para él mismo, natural de Manresa pero tan valenciano como cualquier vecino de Valencia. Porque en esta ciudad -por si no lo sabe su alcalde- nunca ha habido ningún problema con ese tema, nunca se ha considerado extraños a los que viniendo de fuera se quedaban a vivir aquí, nunca ha habido valencianos de primera o valencianos de segunda en función de su lugar de nacimiento, al contrario de lo que ha sucedido en otras comunidades. Quizás por eso ha sido un lugar de acogida no tanto por sus cualidades urbanísticas, arquitectónicas y paisajísticas, ni por su calidad de vida o sus oportunidades de negocio sino por la facilidad de integrarse en una sociedad que pese a sus códigos siempre se ha mostrado abierta al foráneo. Ribó podía haber recibido con buen estilo a una de sus contrincantes por la Alcaldía pero eligió el malo. Que es el suyo.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios