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La ensalada de paella

Arsénico por diversión ·

Lo del Parlamento Europeo no es una recreación creativa y cuidadosa de un plato tradicional

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Sábado, 30 de marzo 2019, 12:21

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Lo contaba en su Twitter la periodista Beatriz Ríos. En la cafetería del Parlamento Europeo venden una 'ensalada de paella' de dos pisos, uno con 'arroz al estilo paella' y encima de eso, en el mismo recipiente, verduras, gambas, tomate cherry y lechuga. La periodista no pudo definirlo mejor cuando afirmó: «Está haciendo más euroescépticos en España esta ensalada que la troika». ¿Euroescépticos? ¡Palleters es lo que está creando ese engrudo indescriptible!

Yo entiendo que una, para la paella, es muy purista. Para otras cosas no tanto pero desde que una alumna en Londres me dijo que la paella era un asco y, al preguntarle dónde la había comido, decirme que en el avión, inicié un negacionismo militante respecto a todo aquello que se apropiara del nombre 'paella' a años luz de la auténtica. Es decir, la que comía los domingos durante mi infancia. En mi caso, además, no es la de mi madre, curiosamente, sino la de mi tía Conchín que la cocinaba con manos de artista y cinco estrellas Michelin. Jamás he vuelto a comer otra igual.

En general yo no tengo problema en fusionar lo que me echen: dulce y salado, español y asiático, tradición y vanguardia. Puedo tomarme un hervido valenciano deconstruido por Quique Barella con absoluta delicia y sin rasgarme las vestiduras. Al contrario. La razón es que, en su versión, yo sigo 'viajando' al bollit de ma mare. Las texturas y presentación son novedosas pero los sabores son los de la patata machacadita, las bajoquetas y la cebolla tierna que potenciaba el recuerdo de las cenas familiares con el más humilde plato de la cocina valenciana. Cuando lo probé en el Mercado de Colón años ha, fue mi primer encuentro con la habilidad de los grandes chefs para releer un plato tradicional y darle la categoría de una gran elaboración en un restaurante de primer nivel. Que el bollit valencià de las cenas en casa, con Quique Barella, o la berenjena asada en el horno del pueblo, en las manos de Ricard Camarena, sean platos de una carta para paladares exquisitos es un regalo para los valencianos. No solo se exalta nuestra cocina con los arroces o el all i pebre sino, sobre todo, incluyendo en la carta de grandes restaurantes la humildad de la mesa de las familias valencianas. A esa innovación no se le puede poner pegas porque presenta como joya los sencillos pendientes de la abuela. No tienen un gran valor económico a priori pero sí uno sentimental como recuerdo. La recreación de esos platos logra lo mismo: nos transporta a la casa familiar en un bocado y lo eleva a tesoro actual en una carta merecedora de estrellas.

En cambio, lo del Parlamento Europeo no es una recreación creativa y cuidadosa de un plato tradicional. Es un abuso del término 'paella' para vender un 'Spanish dish'. Por menos se levantó el Palleter contra el invasor. Después de eso, lo de Theresa May se queda en nada con la posibilidad de un 'Valenexit'. No digo más.

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