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Urgente Mueren una mujer y un hombre en Asturias arrastrados por el oleaje

ENFADARSE

JOSÉ-ANTONIO BURRIEL

Martes, 14 de noviembre 2017, 09:57

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Aristóteles, grande entre los filósofos, decía: «Cualquiera pueda enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo». ¡Punto y pelota! Y si en el enfado interviene el sectarismo, el supremacismo, el odio o el rencor hacia algo o alguien... ¡perdemos la razón, somos injustos y ya no estamos enfadados, sino coléricos y un tanto irracionales! Y recuerdo lo que decía Seneca: el alcohol no hace otra cosa sino sacar lo que llevamos dentro. Y quien dice el alcohol, puede decir las drogas, o los sectarismos ideológicos o de cualquier otro tipo.

Y estamos en tiempo de enfados, de enfadarse mucho y sin sentido. Porque no se atiende a nuestras intenciones o planes, si el tema va de política... ¡fachas o dictadores de izquierdas o de derechas! Si no se nos da la razón a nuestros argumentos... ¡ignorantes! Si la justicia no se aviene a lo que queremos... ¡injusticia o la justicia va por barrios! Y así en un caso y otro, en un campo o en otro. Vamos a ver: ¿Cuándo nos convenceremos que existen opiniones diversas a la nuestras, leyes que nos gusten o no, debemos cumplir para vivir en democracia, trato sencillo y hasta cordial porque no vivimos solos sino en compañía?

Muchos se creen que por gritar más, por portar pancartas agresivas e insultantes, etc., tiene la razón, o solamente ellos son los libres. Falta dialogo, pero falta también respeto, ejercicio responsable de la libertad, saberse caminantes junto a otros en el camino de la vida. ¡Falta sentido común! Y con esas carencias no se puede construir una sociedad progresiva, un bienestar presente y futuro, una convivencia verdaderamente humana. Y yo «erre tras erre»: la educación desde los comienzos de la vida es la única receta posible para vivir entre los demás, para ser libre, para convivir. Y esa educación no puede, ni debe, centrarse en el tener, sino en el ser. Y no es una frase lapidaria, es la esencia de la verdadera educación.

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