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Te entretienes, disfrutas con ese concierto primerizo que el valenciano Gustavo Gimeno ha dirigido en el Concertgebouw de Amsterdam; y te sientes orgullosos al ver que esa espléndida reorganización del Museo del Prado es obra de otro valenciano, Miguel Falomir. Ha sido un fin de semana para recordar, un sábado y un domingo de terrazas llenas y viejos placeres recuperados: cerveza bien fría, paella valenciana bien hecha y café exprés fuerte de bar. Para redondear algo parecido a la 'normalidad', solo falta, es cuestión de horas, el regreso del fútbol: cuando la televisión muestre balones que ruedan, los días oscuros empezarán a desdibujarse e incluso ese alineamiento actual -medio país haciendo causa con la gestión del Gobierno, el otro medio mostrando sus gravísimos errores- se irá olvidando. A primeros de julio, cuando se abran las compuertas del turismo, marzo estará olvidado e incluso habrá voces que echarán de menos las Fallas.
La capacidad de resistencia y adaptación es consustancial al ser humano y corre en paralelo con su deseo de olvidar los malos tiempos. Pero el caso es que empiezan a menudear ya los artículos y reflexiones que señalan al menos tres campos donde a España y a Europa, al planeta entero, con los valencianos perdidos como una gotita en el mar, les queda mucho que debatir, pelear, sufrir y decidir. La Sanidad y la Educación, son dos elementos sustanciales: quizá sea preciso revisarlo todo, desde el ambulatorio a la geriatría, desde los parvularios a la Universidad. El tercer ámbito será la Justicia, que a su colapso ancestral acaba de unir un parón que da vértigo.
Lo más grave es que todo nos va a venir junto, en otoño, en medio de una nueva y muy grave crisis económica y en el contexto de dos debates: el del servicio público en combate abierto con la esfera privada; y el de la precisa, inevitable, inaplazable austeridad. Que va a ser exigida por todos los que, desde Europa, se tomen la molestia de darnos o prestarnos dinero para hacer más llevadera esa angustia financiera que hoy por hoy no queremos ver detrás de las paellas y las playas parceladas.
Vienen tiempos muy duros, y todos lo sabemos. Sánchez prepara lo que ya se está llamando unos «presupuestos de reconstrucción nacional», que deberían ser aprobados por una mayoría extraordinariamente amplia que eliminara a los dos extremos del mapa político. Más allá de las terrazas y el balón, todos sabemos que la coalición actual de Gobierno es la que Europa menos desea. Del mismo modo que tenemos claro que la polarización y el enconamiento actual de la política no sirven para nada.
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