Días inmóviles

El qué, el cómo, el quién y la puesta en escena mediática de las negociaciones configuran un proceso aburrido y eterno. Los periodistas dejan constancia de jornadas en las que se registran pocas variaciones o se repiten movimientos que ya sucedieron en la anterior legislatura. No sería extraño que los políticos formaran gobierno, se fueran de vacaciones y dejaran el país como asignatura pendiente para septiembre. Los ritmos de la actualidad difieren de los de la cotidianidad, aunque la segunda entraña obligaciones inaplazables (no hay bandera con la que puedas liquidar la letra mensual de la hipoteca, ni discurso que sirva para pagar la compra del supermercado). La realidad invita también a los mortales a tener días inmóviles, esos en los que la rutina y la furia fagocitan la vida. ¡Cuidado con ellos! Son días proclives a que una persona dé un golpe de timón a su vida (cambie de trabajo, se separe, compre una casa o decida tener un hijo) o se sirva una copa.