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Dos hechos justiciables, dos detenciones en escasas horas y ambas de gran impacto aunque por diferentes motivos. Situar en el mismo texto a Ángel Hernández y a José María Corbín, el cuñadísimo, resulta hasta incómodo de leer, pero las noticias son así, tienen la mala costumbre de saltar cuando quieren. La maquinaria judicial se ha puesto en marcha para los dos aunque confiemos que sea benévola para uno y rigurosa si procede, con el otro.

De momento, tras dos años de investigación de la UCO, Corbín ha sido enviado a prisión por supuestamente liderar una red que cobraba comisiones a contratistas que trabajaron para el ayuntamiento de Valencia mientras lo dirigió su cuñada Rita Barberá. Estamos ante un nuevo caso de corrupción que según la investigación policial reúne delitos como blanqueo de capitales, cohecho y tráfico de influencias. A pesar que el afamado letrado y su hija se mueven cómodos en Vox, la noticia es un mazazo particularmente duro para el PP. Pero en especial para una solvente María José Català, que cuando ha hecho lo más difícil como es devolver la ilusión a sus bases, ahora tiene que hacer frente a un revés de consecuencias de cálculo complicado. No obstante, aunque la cosa finalice judicialmente en nada, lo cierto es que una vez más cae la sombra de la sospecha. Cabe preguntarse qué va a pasar con su lista electoral y cómo va a afectar a todos aquellos que alguna vez formaron parte de los gobiernos de la difunta Barberá.

Y a lo que resulta imposible abstraerse es a la crudeza del testimonio registrado en vídeo del suicidio asistido de María José Carrasco a manos de su marido tras más de treinta años de sufrimiento y desesperanza progresiva. Todo un país conmovido junto a ellos y su historia y que se indignó posteriormente con las imágenes de la detención del hombre, con las muñecas engrilletadas innecesariamente. Desde la muerte también con ayuda de Ramón Sampedro hace veintiún años, la sociedad española no se había vuelto a remover en sus propias entrañas de manera tan sentida. Una mezcla entre lo moral, lo ético, lo justo, lo lógico y lo legal nos ha vuelto a dejar el alma pasada por una concertina.

En todo caso, abrir un nuevo debate sobre la eutanasia y el suicidio asistido -que no es lo mismo- no debería en modo alguno hacerse en caliente y mucho menos en tiempo electoral. Mal hizo Sánchez en sacar el asunto a horas de conocerse la noticia. Demasiadas aristas tiene como para despacharlo con dos titulares más o menos ocurrentes. El debate debe ser mucho más serio. El dolor crónico, el deterioro más absoluto y sin esperanza de cura ni mejoría, marcan hoy en día la vida de muchos enfermos y cabe preguntarse hasta qué punto somos dueños de nuestra propia vida. ¿Qué hubiéramos hecho nosotros en el lugar de Ángel y María José? Su tragedia debe permanecer en la memoria colectiva.

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