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El desvelo de RTVE

A Sánchez se le está cayendo el maquillaje por momentos y no podemos evitar ver su verdadero rostro entre chorretones de rímel

María José Pou

Valencia

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Miércoles, 4 de julio 2018, 11:51

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Ya nadie se acuerda del gobierno que nos deslumbró hace poco. Entonces, se escuchó un «oh» en toda España viendo la altura, profesionalidad y trayectoria de los ministros elegidos por los asesores de Sánchez. Ahora, sin embargo, ya no podemos decir lo mismo. De hecho, apenas hablamos de los ministros sino del presidente y de sus hipotecas con los grupos que apoyaron la moción de censura. Ahora quien actúa es él, no un experto que busca con pinzas los mejores nombres para acallar a los críticos. Hoy, la estrategia ha dejado paso al pragmatismo y a la devolución de favores.

Al presidente del gobierno se le está cayendo el maquillaje por momentos y no podemos evitar ver su verdadero rostro entre chorretones de rímel. Es el problema de acercarse demasiado a una fuente de calor como RTVE. Con ella al lado, no hay base ni polvos que resistan sin derretirse.

La batalla por el control de RTVE se ha convertido en la prueba del algodón y, como dice la publicidad, el algodón no engaña. De repente se ha puesto de manifiesto todos los intereses ocultos, todas las estrategias y pactos, todas las oscuras finalidades que no nos habían contado en la moción de censura ni en la presentación de un gobierno exquisito. La carroza se ha convertido en calabaza en un abrir y cerrar de ojos.

Pablo Iglesias ha demostrado sus ansias de poder, de control de la opinión pública y de apoyo hipócrita a quienes denunciaban la manipulación del Ente. Lo que le preocupa no es la libertad de los trabajadores y, con ella, los derechos de todos los ciudadanos. En realidad, su concepción de la televisión pública no es la del servicio a todos sino a la causa. Nada nuevo bajo el sol. Por su parte, Pedro Sánchez ha puesto, probablemente sin quererlo, las cartas sobre la mesa y ya no hay quien crea que sus acciones no están mediatizadas por los intereses particulares de una minorías que han sumado, a golpe de promesa, los votos necesarios para su investidura. Tampoco a él le preocupan los españoles ni la profesionalidad de los medios públicos. Lo importante es que le sirvan de moneda de cambio para lograr lo que quiere, poder. RTVE ha sido como es tornillo traicionero en el que se engancha la falda y acaba por mostrar las vergüenzas de quien la lleva cuando se cae al suelo.

Es el momento, por tanto, de que los trabajadores de la radiotelevisión pública aprovechen la fuerza de la unidad conseguida en estos últimos meses para exigir que deje de menospreciárseles considerando solo su uso político y no su capacitación. La mejor opción, la más valiente pero también la más inteligente, es la de un profesional situado en las antípodas ideológicas del gobierno e intachable en su curriculum. Solo así resultará creíble y será inapelable para el oponente. Pero una medida como esa, siempre interesante, requiere muchos arrestos, y no veo capaz de eso a ninguno de todos los que pueblan nuestro universo político.

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