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Urgente Manifestación de bomberos forestales en Valencia

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Entre la gota fría, el despido de Marcelino y la falta de entendimiento entre Sánchez e Iglesias, hay noticias que pasan desapercibidas y se consumen rápidamente en la efímera hoguera informativa de cada día. Y sin embargo, tienen su enjundia... si se sabe leer entre líneas. Algunos medios nacionales se hacían eco ayer del próximo juicio contra un grupo de arqueólogos que, según la noticia de El País, «falsearon la historia del cristianismo y el euskera». Al parecer, en 2006, el director de la excavación de un yacimiento situado a 10 kilómetros de Vitoria anunció un descubrimiento de extraordinario interés, al mostrar piezas con inscripciones en la lengua vasca que adelantaban en 600 años los primeros vocablos escritos que se conocen de este idioma. Poco después se descubrió que, presuntamente, todo era mentira, que los objetos más llamativos habían sido manipulados a partir de otros auténticos pero vulgares y que no aportaban novedades dignas de mención. La fiscalía que lleva el caso cifra en 476 los fragmentos arqueológicos que fueron falseados. Pero siendo interesante el caso, lo verdaderamente llamativo hay que ir a buscarlo al poco de que se hiciera público el hallazgo. Entonces, además de la Diputación de Álava, propietaria del terreno donde se realizaban los trabajos, una empresa pública dependiente del Gobierno vasco se sumó al entusiasmo por el descubrimiento y comunicó que subvencionaría con 3,7 millones de euros la investigación. ¿Y qué compañía era esa que regaba tan generosamente de dinero público una excavación arqueológica? Pues -y aquí viene lo bueno- Euskotren, la empresa de los ferrocarriles vascos, lo que aquí en la Comunitat vendría a ser Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana. Repito por si el lector se ha perdido: la empresa que gestiona los trenes de vía estrecha en el País Vasco concedió 3,7 millones de euros a un grupo de arqueólogos que decían haber encontrado un gran hallazgo sobre el euskera. Los responsables de Euskotren lo justificaron todo (como no podía ser de otro modo) ante el revuelo que se armó y vinieron a decir que al ser un «operador integral del transporte ferroviario» no tenían que ocuparse únicamente de que los trenes lleguen a su hora (lo cual, en principio, parecería lo razonable) sino también de difundir la historia del transporte, y que por ahí, por ese enclave, pasaba una de las vías romanas que cruzaban el País Vasco, la Astorga-Burdeos. Es sólo una anécdota (muy cara, eso sí) pero sirve para demostrar los abusos que las autonomías han cometido con tal de construir un relato 'nacional' propio, de alimentar mitos y leyendas, de excitar lo propio y ocultar lo común. Lo acaban de confirmar los editores de los libros de texto: cada región reclama sus singularidades. Así nos va.

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