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La idea resulta seductora. Todavía ignoramos si se podrá aplicar o si supondría un descalabro. Por esa razón, en Finlandia, lo de disponer de un sueldo fijo disparado por el gobierno tanto para pobres como para ricos lo han mantenido un año y ahora estudiarán las repercusiones. Joder con los finlandeses, tanta sensatez me abruma. Pero, más allá de esa propuesta narrada aquí mismo hace un par de días, lo que de verdad llamó mi atención fue un detalle de la foto que ilustraba la noticia. Un derechazo de Perico Fernández me habría causado idéntica conmoción. El padre, con pinta de pachorro enrollado, se apoyaba contra los muebles de la cocina mientras parecía reflexionar sobre las consecuencias del viento gélido azotando una feliz familia de mustélidos. Frente a él, tres blondas criaturas desayunaban. Y ahora viene lo extraordinario: sobre la mesa se acumulaban varios libros y tebeos infantiles. Y ahora viene lo paranormal: uno de los chavales hundía su pizpireta nariz contra uno de esos tebeos. Y ahora viene lo sobrenatural, lo alucinante: en toda la cocina no se vislumbraba ni una sola pantalla. Ni pantalla de tele, tableta, ordenador o móvil en aquella amplía cocina. Ni una. El sistema educativo finés lidera la excelencia en el mundo occidental. Por lo tanto, si aceptamos como habitual lo de esa familia, sólo puedo pensar que asistimos a un síntoma de civilización muy por encima del nuestro. Los chismes tecnológicos, en el trabajo y en la escuela seguro que forman parte de las herramientas fundamentales; pero en el hogar y cuando el desayuno, se nutren en exclusiva de letra impresa. ¿Imaginan ese mismo ejemplo en cualquier familia española con los críos enganchados al móvil y a los chismes, y por supuesto bajo el barullo de la tele enchufada? La sensatez de Finlandia me congela el alma.

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