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Una demanda básica

Toca actuar ya sin egoísmo partidista ni cálculos personales

IGNACIO GIL LÁZARO

Domingo, 26 de noviembre 2017, 10:56

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La política española tiene una grave carencia de discurso nacional. Quien sepa construirlo adecuadamente habrá ganado el futuro. Mucha gente está harta de contemplar el sectarismo y la rémora aldeana que hoy por hoy se plasma en la acción cotidiana de los políticos. A estas alturas, España no es ni puede ser la suma artificial de diecisiete comunidades autónomas tirando cada una para sí con aire usurero y cateto. Hace falta por tanto vertebrar un sentido profundo de la Nación sin folklorismos ni complejos estupidos. Las nuevas generaciones de españoles desean que se les ofrezca una visión atrayente, dinámica, creativa y eficaz del sentir patriótico. Algo muy diferente de la mezquindad que en este momento inunda la vida pública porque sus protagonistas no parecen primar como norma infranqueable la lealtad debida a los dictados del interés general. Basta ver cómo se está planteando el debate sobre el nuevo modelo de financiación autonómica o lo que está sucediendo en Cataluña con la vista puesta en lo que pueda pasar tras el 21 de diciembre. En este último caso, las fuerzas constitucionalistas lejos de ir desbrozando paulatinamente un camino sensato dirigido al entendimiento postelectoral sin embargo comienzan a exhibir sus bajezas y vicios de costumbre. Por una parte, Iceta y Sánchez dicen que no harán presidenta de la Generalitat a Arrimadas aunque el dictamen de las urnas lo permita. Además, Partido Popular y Ciudadanos insisten en cultivar un estéril clima de desconfianza y enfrentamiento recíproco. Actitudes insanas que contradicen el espíritu de rebeldía frente al secesionismo que quedó plasmado de manera espléndida en las recientes manifestaciones de Barcelona. Por eso, lo que ocurra después de las elecciones catalanas será determinante para el porvenir inmediato de PP, PSOE y Ciudadanos sin la menor duda. La sociedad española no va a admitir que unas cuantas camarillas antepongan sus cuitas y ambiciones a los requerimientos de grandeza que exige salir con bien de esta difícil coyuntura histórica. Seguro. En definitiva, ándense todos con ojo que el horno no está para bollos. Aquí no cabe de nuevo que alguno pretenda seguir instalado en tierra de nadie, barrer torticeramente para casa o jugar a la sorpresa de una posterior cabriola inverosímil con quienes han llevado la división y la ruina a Cataluña. Así pues toca actuar ya sin egoísmo partidista ni cálculos personales. Una demanda básica. El sistema político vigente precisa recuperar el aire fresco de la credibilidad, el ejemplo y los ideales. Política con mayúscula al servicio de un fin superior porque España lo merece. Es por tanto fundamental alentar día a día la voluntad de servir esa exigencia huyendo de retóricas vacuas carentes de sustancia. La apuesta es muy clara: volver a ser para siempre un proyecto sugestivo de vida en común. La única senda viable. Desde luego, vale la pena.

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