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Declinar

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La Legislatura decae y todo se perdona; la Constitución hace previsión de un gran olvido y llama al pueblo a remediarlo

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Martes, 24 de septiembre 2019

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Hoy puede ser un gran día. En la fiesta de la Virgen de la Merced, el rey va a disolver las Cortes tras una legislatura corta e improductiva. Las leyes que no se han concluido, como por ejemplo la de la eutanasia, van a declinar, algo que sus promotores, maestros en el arte de la propaganda, ya sabían de antemano.

Declinar es un verbo bonito. Es un verbo para la vejez, cargado de añoranzas, de recuerdos sobre el antiguo esplendor en la hierba. Pero también se me ocurre que, al menos en política, es una palabra que abre la puerta a una amnistía o gran perdón. La Constitución, como hace la Iglesia con las indulgencias generales, se da ese lujo solemne del declinar de una legislatura. Bueno, vale: habéis sido muy burros, no tenéis categoría ni agallas para pactar nada, en vuestro cuaderno de notas no figura ni siquiera un apaño de Gobierno, pero... siempre nos queda el gran perdón. Borrón y cuenta nueva; pasamos el paño del olvido y todo declina: vuestros cargos de senadores y diputados, vuestra inmunidad parlamentaria, los bonos para taxis e incluso las leyes sin terminar.

Es mejor una absolución, un olvido. La Constitución no pide cuentas a los zoquetes de la política y pone el acento en la mayor solemnidad de la política, las elecciones. Que no son un castigo como tanto se está diciendo ahora, sino la fiesta de la democracia y la libertad como es costumbre decir --¿o es que se olvida?-- en las mañanitas electorales.

No, unas nuevas elecciones no son un fracaso, sino un prodigioso recurso. Una vez pasado el paño, cuando la legislatura ha declinado, se limpia y se perdona todo y se recurre de nuevo a la opinión de los propietarios, al pueblo soberano, que siempre tiene la última palabra. Y sí, es verdad: puede salir más o menos lo mismo, se pueden repetir los resultados como tantas veces ha pasado --mira Israel, que va camino del tercer intento; mira Gran Bretaña en su laberinto-- pero siempre será mejor todo eso que no liarla parda y sacarnos los ojos los unos a los otros.

Insisto, un gran día. Día bueno para olvidarlo todo, incluso las promesas que se hicieron con mayor ardor. Declinan las ilusiones de una financiación autonómica nueva y las apuestas --los políticos, ahora, siempre están apostando-- por grandes infraestructuras que nos harán felices. Por olvidar, hasta se olvida oficialmente la promesa de que el Estado iba a olvidarse de la deuda olvidada de la Marina.

Declinar, un verbo con nostalgia, un puntito amargo al final del trago. Como si no hubiera Brexit, ni existiera Irán; como si Cataluña no fuera un grave problema... No han sabido sacar las castañas del fuego, queda constatado que en España cada conde se hace fuerte en su castillo y ha sido preciso que la Madre Constitución de la voz al pueblo nuevamente. Así es que ahora, todo es nuevo. Menos los candidatos.

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