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Leí hace un mes una entrevista a Máximo Huerta que me dejó patidifuso. O no tanto. Triste, seguro. Explicaba el hombre que conocía a Pedro Sánchez de «dos veces», y que el nuevo presidente del Gobierno le llamó y le dijo, quiero que seas mi ministro de Cultura, y añadió esto, según Huerta: «No cuelgo. Tienes que decirme si aceptas». En ese mismo momento. Analicemos.

Un señor que te conoce de dos ratos te llama para que seas ministro de Cultura y te dice, pero me contestas ya, eh.

Y así, queridos niños y niñas, se eligen los cargos «de confianza» en este país. Así los elige Pedro Sánchez y no sólo él. Recuerdo a una exconsellera que me contó también una llamada de aquí te pillo, aquí te mato de un expresidente para anunciarle que al día siguiente la nombraba consellera. Y así fue. La mujer se presentó en el Palau, la nombraron consellera y alguien de Presidencia se acercó y le dijo algo así como, ves pensándote a quién quieres de jefe de gabinete, secretario autonómico y tal, y mañana nos lo dices.

Esto va así. ¿Se acuerda de ese remordimiento por haberse comprado un pantalón sin probárselo y luego no poderlo devolver porque tal y cual? Pues igual. ¿Se acuerda de que, para comprarse un coche, se recorrió 16 concesionarios, o de aquella prima suya que le pareció una loca de la vida por comprarse la primera casa que visitó porque le aseguró que se «había enamorado de las vistas»?

Todos tranquilos, que nadie se sienta culpable por ser impulsivo, gastar a tontas y a locas o beberse unas copas y acabar en un baño con un señor de Cuenca mirando hacia la tierra natal del señor. Si en su vida cotidiana ha cometido chapuzas, no se crea que son chapuzas, es que en España se decide la mayoría de cosas así. Cuando estamos en ModoJefe, tenemos en tan poca consideración el trabajo de los demás, incluso la labor de servicio público que le vamos a encomendar a alguien, que consideramos que tiene que embarcarse en ello simplemente porque se lo hemos pedido. Si te lo piensas, insultamos al que lo ofrece. Es considerado una especie de deslealtad. Dudar, meditar, es considerado un signo de debilidad. El liderazgo se ejerce en España con la máxima de «seguidme, he encontrado un camino más corto lanzándonos por esta ventana». Y el que no se tira al vacío es considerado un traidor, especialmente por los que están dispuestos a hacerlo sin rechistar. Y el líder que reclama lanzarse al abismo con él, en vez de sentirse un chapucero inseguro de sí mismo, incapaz de planificar las cosas ni de aceptar que los demás lo hagan, es que además de no ocultar su mala praxis, presume de ello. Así se construyen muchos escalafones en el sector público y privado. Así van luego las cosas.

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