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Tradicionalmente, un ayuntamiento de una gran ciudad española tenía tres concejalías o áreas de gobierno principales, las de Hacienda, Urbanismo y Policía Local. La primera, responsable de ingresos y gastos, de la recaudación de los impuestos municipales, de la distribución de las partidas presupuestarias entre los distintos departamentos y de las inversiones. La segunda tenía a su cargo el desarrollo de la urbe, el crecimiento y la rehabilitación de los barrios, las licencias, las grandes obras y los proyectos estratégicos, con el Plan General de Ordenación Urbana como su Carta Magna. Y la tercera se ocupaba del tráfico y de la seguridad ciudadana con la vigilancia de las calles. Este era el esquema clásico. Sin embargo, un consistorio como el de Valencia -presidido por un alcalde nacionalista- ya no funciona con este modelo. Hacienda es una concejalía eminentemente técnica, en Urbanismo pasaron ya los tiempos de la fiebre constructora y de los proyectos emblemáticos y en Policía Local tampoco caben grandes intervenciones cuando lo que se pretende es evitar problemas con manteros, okupas, gorrillas, ciclistas o patinadores por las aceras... ¿Cuáles son entonces las áreas que podríamos denominar como de primer nivel en el cap i casal? Claramente dos: Movilidad y Cultura Festiva. La primera, porque es la más ideológica, la que permite ejecutar un modelo de ciudad muy distinto al que se impuso durante casi medio siglo mediante las restricciones al tráfico de coches. Otra cosa es cómo se aplique esa política, la capacidad de consenso con los afectados, la amabilidad y la empatía que demuestre el encargado de gestionarla, aunque eso tiene mucho que ver con la personalidad del político de turno. La segunda, porque a través de pequeñas medidas y de un programa semanal de festejos contribuye a generar un ambiente lúdico de conciertos, verbenas, pasacalles y lo que haga falta para que los vecinos se olviden de otros problemas, personales, laborales o ciudadanos. Un pan y circo urbanita 2.0. Aunque Hacienda maneje el dinero y Urbanismo el Plan General, aunque Policía Local tenga a su cargo unos 1.500 agentes de la autoridad y Gobierno Interior a unos 4.000 funcionarios, la joya de la Corona (republicana, feminista, ecologista y sostenible) ya no es ninguna de estas delegaciones municipales sino las de Movilidad y Cultura Festiva. ¿Y quién se ha quedado ambas áreas en el reparto entre Compromís y el PSPV que tanto costó de cerrar? Pues quien ya las tenía, la coalición nacionalista. La misma que en la Generalitat mantiene la Conselleria de Educación, su pieza más codiciada, la herramienta perfecta para seguir aplicando la ingeniería social desde los colegios con la inestimable ayuda de una parte del cuerpo de profesores.

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