Vistas las dispares entradas que se han registrado en las tres corridas celebradas, queda meridianamente claro que adelantar las fechas, buscar otros alicientes ajenos al ... toro, o contemplar nuevos horarios, incluida la experiencia nocturna de hace unos años, suena a estéril perdida de tiempo. Sería más positivo entender lo que siempre ha querido la afición valenciana que no es otra cosa que seguir presumiendo de que su feria sea la mejor. Cuestión de carácter.
Cierto que las condiciones de los sucesivos pliegos elaborados para la concesión del coso valenciano ha venido provocando que los empresarios, que lo son porque entienden que pueden hacer legítimo negocio, hayan tenido que adoptar políticas ajenas a la excelencia que es lo que motiva que haciendo frío o calor, los tendidos de la plaza se llenen.
Con tener importancia capital las condiciones de arrendamiento, no puede ser excusa permanente ni suficiente para dejar que abono tan señero languidezca. Ahora hay una nueva empresa a la que se le aprecian inquietudes. La taquilla le habrá dado suficiente información para saber lo que en adelante debe hacer. Sin embargo, me lo apuntaba un reputado aficionado y gran empresario, hay otros campos sobre los que deberán trabajar, como el de la cercanía y la promoción. Y el de la exigencia con las figuras que torean en fallas, esto lo decimos nosotros.
Y puestos a hacer sugerencias, no estaría de más que autoridad y veterinarios, sobre todo los segundos, se aplicaran en el conocimiento del toro. Nadie se explica cómo deshicieron la corrida de Algarra que se ovacionó en la desencajonada para que saltaran dos mulos como el primero y el cuarto. Y menos se explica que los responsables del desaguisado -¿dónde está la ética, señores?-, sea una pareja de veterinarios que además son marido y mujer. En caso de discrepancia con el ganadero y las cuadrillas, que se repiten constantemente, ¿quién tercia y quien lleva las de ganar? Lamentable.
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